Que en la puerta del horno se quema el pan, es una verdad de a puño. Por eso a muchos candidatos, que estaban tan seguros de su triunfo, a última hora se les quemó el pan, tal vez porque no tuvieron en cuenta aquello de que camarón que se duerme se lo lleva la corriente, o quizás porque se durmieron sobre los laureles, porque creían que tenían el triunfo en el bolsillo.
Por una causa o por la otra, lo cierto es que se les dañó el caminado y ahora sólo les queda el llorar y el rechinar de dientes. Lamentarán ahora el tiempo que perdieron, pues el tiempo perdido hasta los santos lo lloran.
Muchos quedaron en la carramplana, con los bolsillos vacíos y el corazón repleto de amargura.
A muchos se lo habían advertido diciéndoles que dime con quién andas y te diré quién eres, o les decían se va a quemar y el día de la quema se verá el humo, pero ellos, más tercos que una mula, hicieron caso omiso, con la seguridad de que palabras no quiebran huesos.
Otros no quisieron arriesgarse, recordando que más vale pájaro en mano que cientos volando o que más sabe el diablo por viejo que por diablo, y se retiraron a tiempo, diciéndose a sí mismos que es mejor caer que quedar colgando.
No comieron cuento de quienes los instaban a seguir en la lucha y no se dejaron dar coba, que siempre resulta muy mala consejera.
Como muchos son los llamados y pocos los escogidos, se inscribió una catorcera de candidatos que, al final, con la cara larga, tuvieron que aceptar el veredicto de las urnas, veredicto que, dicho sea de paso, no siempre escoge a los mejores.
Dura es la ley, pero es la ley, y bella es la democracia aunque mal nos trate. Así las cosas, ahora les toca a los perdedores hacer de tripas corazón, o lo que es lo mismo, al mal tiempo buena cara y esperar una nueva oportunidad porque lo último que se pierden son las esperanzas.
Después de la tempestad viene la calma, y ya con los ánimos apaciguados, la vida seguirá su marcha con la seguridad de que el tiempo sanará las heridas de los que quedaron tendidos en franca lid en el campo de batalla.
En la campaña que acaba de terminar se vio de todo como en botica: pájaros tirándoles a las escopetas, lobos vestidos con piel de oveja, mansas palomas con uñas de buitre y ángeles con cachos.
Como caras se ven pero corazones no, algunos cayeron en la celada. Por fortuna, no todos tragaron entero y aunque algunos le pusieron una vela a Dios y otra al diablo, la verdad es que los resultados se dieron como estaba cantado, según dicen. Lo cierto es que el pueblo elige los gobernantes que se merece.
Los gananciosos, por su parte, echarán la casa por la ventana para celebrar el triunfo con bombos y maracas, como mandan las antiguas leyes: aguardiente pa´l cristiano y agua para los bueyes. Les fue bien, porque el que tiene más saliva come más harina y así se alzaron con todo: con los ases y los caballos. Y el triunfo hay que celebrarlo, aunque a otros les duela y aunque les pese la cobarde envidia.
De todas maneras, arrieros somos y en el camino andamos. Volverán las oscuras golondrinas en el balcón sus nidos a colgar, pero muchos de los quemados, esos no volverán.