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Próxima, verde y digital
La historia nos ha demostrado que las ciudades son creaciones proclives a recrearse.
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Lunes, 21 de Septiembre de 2020

A 6 meses de declaratoria de pandemia a nivel mundial por parte de la OMS y posterior declaratoria de emergencia sanitaria en Colombia, nos hemos preguntado sobre el futuro, y nosotros los arquitectos nos cuestionamos sobre el futuro de la ciudad y el territorio. La disminución del tráfico motorizado, la contaminación, accidentalidad y congestión asociados y el auge del teletrabajo invitan a pensar en medidas, que, fuera de la situación de pandemia y confinamiento, recreen los aspectos positivos que presenciábamos a través de las ventanas de nuestros domicilios.
    
Desde esta compleja realidad, cobra relevancia el modelo de “la ciudad de los 15 minutos” propuesto por la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, donde propone una densidad ideal de entre 100 a 300 personas por hectárea y que los desplazamientos para satisfacer las necesidades humanas no deben superar los 15 minutos preferiblemente a pie. Interesante y necesario planteamiento, aunque dista mucho de ser nuevo ya que traduce lo dispuesto por Jane Jacobs hace 60 años cuando se opuso al voraz desarrollo inmobiliario del corazón de Nueva York, colocando en práctica el principio de que “las ciudades tienen la capacidad de proporcionar algo para todo el mundo, solo porque, y solo cuando, se crean para todo el mundo” (1961). La ciudad hoy construida desde el extremo de la informalidad y desde el otro por un voraz mercado inmobiliario requiere en el actual escenario incierto darle un papel protagónico al ciudadano.
     
Y esta respuesta, exige pensar a largo plazo. La historia nos ha demostrado que las ciudades son creaciones proclives a recrearse y adaptarse, incluso ante las peores circunstancias: incendios, terremotos, tsunamis… incluso ante malos gobiernos y dobles mandatos o aquellos ejercidos desde la cárcel o fincas. Las ciudades que ya han transitado por el camino adecuado nos han demostrado que la buena arquitectura construye la ciudad, si, pero que las ciudades no son solo arquitectura, somos los habitantes en su totalidad y complejidad. Esto exige pensar mas que en el automóvil y las edificaciones, en andenes, parques y espacios públicos verdes cuyos mejores vecinos sean unos adecuados usos y no la informalidad. El espacio público representa la esencia urbana: el intercambio y encuentro. Hoy lo necesitamos más que nunca.

El distanciamiento físico hizo evidente la necesidad de tecnología y conectividad para las ciudades, pero la crisis COVID hizo mas visible aún un conflicto no resuelto de desigualdad. La tecnología ha permitido que mediante plataformas digitales podamos pedir un domicilio de nuestro restaurante preferido o comprar cualquier articulo de cualquier parte del mundo, pero son por ahora alternativas que no reemplazan del todo nuestra experiencia urbana de intercambio y contacto y que dada la cobertura de las redes excluyen a los sectores menos favorecidos social y económicamente. Al día siguiente de los atentados del 11 de septiembre se empezó a especular en las facultades de arquitectura con la idea que los rascacielos iban a desaparecer y hoy se pone en tela de juicio la ciudad densa y compacta. Hoy, ni los rascacielos han desaparecido ni tampoco se coloca en duda la ciudad de proximidades, densas en actividades y población, verdes y con una movilidad que priorice los viajes a pie o no motorizados. Para eso es el espacio público como esencia de la ciudad, sustrato de lo verde y lugar para la empatía, el azar y la diversidad, pero, sobre todo, para construir un futuro compartido que nos permita entender lo que hemos estado a punto de perder: estar juntos y reunirnos.

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