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Por ellas, aunque mal paguen
Hoy es su día y hay que brindar por ellas, sea la mujer, la novia, la amante, la otra, la amiguita, la tiniebla, la secreta.
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Martes, 8 de Marzo de 2016

Un 8 de marzo, si la Biblia no miente y si la memoria no me falla, Dios anestesió a Adán para sacarle un hueso y hacer con éste una mujer.

Cuando Adán despertó, todo atorontado y zurumbático,  encontró que, al lado de su cama de bejucos y de hojas, se hallaba tremenda viejota, cuidándolo con dulzura, con dedicación y con encanto.

Adán abrió los ojos y del susto o de la emoción se cayó de la cama. Con el golpe se abobó más de lo que era, y no supo qué decir.

-Mi amor, soy Eva, tu mujer –le dijo la fascinante aparición. -No temas porque he venido a ser tuya y a servirte y a acompañarte en la enfermedad y la salud, en la riqueza y la pobreza, en la de buenas y la de malas, hasta que la muerte nos separe.

El bobo de Adán no supo qué decir. Se le fueron las palabras, así como antes se le habían ido las luces.

Eva, entonces, tomó la iniciativa: Se le acercó, lo acarició y le quitó el miedo.

A mí me entra una duda siempre que repaso este pasaje de las escrituras.

Dios en su infinita sabiduría creó los animales por parejas: el gallo y la gallina, el ovejo y la oveja, el tigre y la tigresa. ¿Por qué al hombre lo hizo solo? ¿Sabía Dios lo que se le iba a venir encima a este varón si le daba una varona?

Fue después de la creación cuando

Dios se apiadó de Adán, al verlo tan triste y pensativo y entregado a los vicios pecaminosos.  ¿Se equivocó Dios como cualquier presidente y tuvo que echar reversa a su primera intención de dejarlo solo?

Sea lo que fuere, lo cierto es que, a partir de ese inolvidable 8 de marzo, la vida de Adán cambió por completo.

Dejó de gobernar para ser gobernado.

Dejó de gritar para ser gritado. Dejó de decir “Aquí el que manda soy yo”, para decir “Aquí el que obedece soy yo”.

Por eso ellas hoy celebran tan importante fecha. Pero el brindis y el regalo corren por cuenta del hombre.

No importa que entre Eva y su vecina, la culebra,  se hubieran aprovechado de la debilidad del hombre para inducirlo al pecado, a la desobediencia, a comerse las onces antes del recreo.

No importa que por culpa de Eva hubieran tenido que salir del paraíso a pagar arriendo y a sudar la gota gorda para sobrevivir y para pagar impuestos.

No importan las furruscas que la mandona Eva le formaba al pobre Adán porque llegaba tarde a la parcela o porque se quedaba viendo anochecer en otros horizontes.

No importa que el ejemplo de Eva haya cundido entre todas las mujeres que vinieron después. Y las que vendrán.

Nada de eso importa. Que sean gritonas, cantaletudas, peleonas, nada importa. Hoy es su día y hay que brindar por ellas, sea la mujer, la novia, la amante, la otra, la amiguita, la tiniebla, la secreta.

El nombre es lo de menos.  El diccionario es ancho y generoso.

Pero otra duda me desvela: En las parejas modernas de hombre con hombre y viceversa, ¿quién brindará por quién en esta fecha? ¿Se turnarán el papel y brindarán ambos por ambos y ambas por ambas?

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