Esta fue una expresión que utilizó en su momento el periodista Lukas Caballero, para referirse a la forma como se enfrentaban lopistas y lleristas en el escenario político nacional, en medio de una controversia ácida y llena de pasión, que involucraba toda clase de calificativos de grueso calibre.
Es también el reflejo de un clima que ha acompañado al país, en donde la forma más usual de enfrentar la controversia es yendo a la exageración, a la ofensa y casi siempre a medios que se distinguen por sus visos de violencia, que fácilmente deducen que la civilización no ha llegado aún, o por lo menos se niegan a aceptarla y asimilarla.
Años más tarde, el doctor Horacio Serpa apeló a un término “contumelia” que no es otra cosa que la ofensa con oprobio e injuria en la propia cara, para definir el escenario político nacional del momento. Y de ahí en adelante observamos un ambiente de polarización que produce una enorme desazón y lleva a la desesperación de muchos, que esperan un análisis más racional de los acontecimientos, en donde las propuestas sean la manera de expresión y el debate gire en torno a la conveniencia o no de las mismas, sin que lleguen a mediar elementos violentos que inciten a la perturbación y que estimulen la felonía en el ataque.
Esta semana el caricaturista Vladdo, en una entrevista para El Tiempo, dice que “Me gustaría vivir en un país donde nos pudiéramos insultar en paz”. Creo que su expresión es un contrasentido y debemos tomarla más como una burla a lo que aquí ocurre; pero el término insultar, además de significar ofensa, ausencia de control y ataque exagerado, también es sinónimo de intemperancia y violencia.
Colombia es un país con muchos problemas, que requiere a su vez de muchas soluciones; y por qué no apelar a la lógica de las cosas, a la sindéresis, al buen juicio y a la racionalidad del debate, para que podamos estar en capacidad de extraer mejores conclusiones y proyectar mayores acciones.
Algunos me tildarán de ingenuo, de cándido o de iluso, pero creo cada vez más, que nos hace falta civilización y contundencia para que puedan estar en capacidad de aflorar la razón y el buen juicio.
Los perros y gatos pelean por el estímulo de su ferocidad y de su irracionalidad. Los seres humanos debemos estar acompañados por el buen juicio y la razón, y si no, perdemos todos.