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Pendiente: superar el conflicto con el ELN
Si el ELN no valora de manera realista eso y actúa en consecuencia, es muy poco probable que en un plazo razonable –no sólo con este Gobierno, sino el que lo suceda- se pueda hacer realidad un proceso de conversaciones.
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Domingo, 11 de Abril de 2021

La semana que termina volvió a estar en los medios de comunicación pública el tema de la paz con el ELN. Inicialmente con un debate acerca de si se hubiera o no podido firmar un cese del fuego entre esta insurgencia y el gobierno de Juan Manuel Santos, en su fase final. Considero irrelevante el ejercicio con ‘espejo retrovisor’ tendiente a determinar el o los responsables de esta frustrada expectativa. Este será un trabajo para los historiadores. 

Me parece de mayor relevancia la reflexión acerca de la insistencia que hicieron los líderes de la Delegación de Paz de la Guerrilla del ELN al Gobierno nacional, en busca del cese bilateral de hostilidades para favorecer la atención de la pandemia de la Covid-19 en los territorios. Esta reiteración pareciera ser la insistencia de los líderes de esa organización de abrir una puerta de diálogo con el actual Gobierno, lo cual es positivo, pero al tiempo no se ha dicho nada acerca de las ‘condiciones’ planteadas públicamente por el Gobierno Duque para poder iniciar conversaciones con esta insurgencia y esto es un mal mensaje, porque todo indica que ahí está el freno en la perspectiva de unas eventuales conversaciones para terminar el conflicto armado con esta guerrilla. El presidente Duque ha dicho que exige un cese unilateral de hechos de violencia, el cese de la práctica –sin duda condenable- del secuestro y la liberación de las personas secuestradas. 

El ELN, por su lado, insiste en la idea de un cese bilateral de fuego y hostilidades, con lo cual pareciera estar planteando una conversación entre pares con el Estado colombiano, asunto que resulta sin duda desproporcionado. Carece de sensatez argumentar que en nuestro país exista un conflicto simétrico –es decir, entre fuerzas irregulares equiparables al Estado-, no hay duda que acá existe un conflicto entre un Estado que cuenta con legalidad y legitimidad, así haya sectores que lo cuestionen y una organización alzada en armas contra él, lo cual, por supuesto, se verá reflejado en el diseño de una mesa de conversaciones.

Si el ELN no valora de manera realista eso y actúa en consecuencia, es muy poco probable que en un plazo razonable –no sólo con este Gobierno, sino el que lo suceda- se pueda hacer realidad un proceso de conversaciones. Ahora bien, el ELN insiste mucho en la participación de la sociedad, hecho que considero no sería un obstáculo difícil de superar, es un problema metodológico al que se le puede encontrar una salida. 

El gran inconveniente está asociado a la consigna que parece orientar el actuar de esta organización guerrillera en el período actual, la ‘resistencia armada’, ante la evidencia de la imposibilidad de una victoria militar, que en el fondo refleja la indefinición de esta insurgencia para la dejación de las armas y transitar hacia la acción política sin ellas, mediante un proceso de conversaciones y acuerdos con el Gobierno.

Pero tomar esa decisión, superando sus debates internos es fundamental, porque de otra manera es improbable que algún Gobierno esté dispuesto a un proceso de desgaste en unas conversaciones que no tengan una direccionalidad clara y precisa. Tal parece que la actual posición del ELN de considerar las conversaciones simplemente como un ejercicio ‘exploratorio’ es algo demasiado incierto para cualquier Gobierno, así como para importantes sectores de la sociedad y por consiguiente con escasa o ninguna viabilidad. 

Ojalá el ELN avance en sus reflexiones internas y valore esas posibilidades; especialmente con el riesgo existente de cada vez más enredarse en ese mar de violencias de diverso tipo, presentes en diversas regiones. 

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