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Pamplonilla, la loca
Parece ser que los pamploneses de la época se dedicaron a extraer oro macizo y pulpito, y a darse, en consecuencia, la gran vida. 
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Lunes, 17 de Agosto de 2015

Y sucedió que por aquellos años, se descubrieron algunas minas de oro en territorios pertenecientes a Pamplona. Hablamos de finales del siglo 16 y comienzos del 17, a pocos años de fundada la ciudad (1549).

Parece ser que los pamploneses de la época se dedicaron a extraer oro macizo y pulpito, y a darse, en consecuencia, la gran vida. 

Es lo que sucede siempre con los llamados ‘nuevos ricos’, que no saben qué hacer con sus inesperadas riquezas y se enloquecen con el vil metal (¡ni tan vil!).

Cuentan los historiadores, y los cuenteros que no son muy historiadores, que el poblado se llenó de gentes llegadas de otras partes del planeta: De España, de territorios americanos, del interior de la Nueva Granada y de Venezuela, atraídas por todo lo que se contaba sobre el oro de Pamplona y por el deseo de la riqueza rápida.

De esta manera, Pamplona se vio colmada de aventureros, malandros, ladrones, prostitutas y asesinos, por una parte, y por la otra, los colonizadores y representantes del rey, que hacían ostentación de sus riquezas. 

Se dice que usaban vajillas de oro, zapatos con hebillas de oro, correas de cuero y oro, y hasta las herraduras de los caballos eran de oro. En las fiestas se regalaban oro y los bolsillos y las alforjas siempre vivían llenas de oro.

Con las costumbres disolutas y el oro corriendo a cántaros, el pueblo de Pamplona, llamada así como recuerdo de la Pamplona de España, vivió una época de locura. De ahí el apelativo de Pamplonilla la loca.

Pero el oro también se acaba y las minas de Pamplona se agotaron. Ya no hubo metal ni siquiera para enviar a la Corona, que seguía pidiendo y pidiendo, para sostener las guerras y las cortes.

Sin riquezas, los foráneos volvieron a emigrar, quedando solamente los pamploneses de bien, cuyas generaciones han llegado hasta nuestros tiempos.

Ésta es apenas una muestra de la historia fascinante que tiene esta ciudad, llena de iglesias y colegios. Tan importante ha sido la vida de Pamplona que alguna vez fue capital del Estado soberano de Santander. 

Hasta hace muy poco se le conocía como la Ciudad cultural del oriente colombiano, por la cantidad de colegios y de estudiantes que llegaban de todo el país y de Venezuela a estudiar en sus colegios. Se le conoció como la Ciudad Mitrada de Norte de Santander, pues ni en Cúcuta, ni en Ocaña, ni en Tibú había obispados. Sólo en Pamplona.

Es tierra de poetas, de escritores y de gente muy culta. “La ciudad de la neblina” como también la llaman, ha dado una gran cantidad de artistas (músicos, escultores, poetas, pintores, literatos) y de curas.

Por éste y otros motivos, la Academia de Historia de Norte de Santander ha programado para mañana, miércoles 19, a las 6 de la tarde, una Cita con la Historia de Pamplona, en la Biblioteca Julio Pérez Ferrero, de Cúcuta.

La charla estará coordinada por el presidente de la Academia, Iván Vila Casado, y serán panelistas el canónigo pamplonés Alberto Alarcón Infante y el escritor, poeta y académico también pamplonés, Juan Manuel Ramírez Pérez.  

La entrada será libre, pero nos dará oportunidad de repasar y de conocer aspectos interesantes de esta hermosa ciudad, denominada Fundadora de ciudades, que alberga las tradicionales imágenes del Cristo del Humilladero y El Huerfanito, y en cuyas calles dicen que de noche aún se escuchan los ayes de la Gritona, y se ven las chispas de la Luz Corredora, y donde aún permanece el eco de los caballos que corrían enjaezados y herrados con oro.

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