“Muera yo y los filisteos”, Sansón. Libro de los Jueces.
Comenzando 1999, Carlos Lemos Simmonds dijo, que Colombia necesitaba otro premio Nobel, aunque fuera de paz. Que lo necesitábamos de urgencia para aliviar el fardo insoportable de la lagartearía nacional, o el filisteísmo oportunista.
¡Que vaina! lo logramos 17 años después, eliminado 228 individuos y 148 ONG entre 376 nominados y el fardo sigue igual, agravado con corrupción, ineptitud, polarización sectaria, pobreza, terrorismo y lo que más asusta el crecimiento de la medianía en el sector público y el jet set.
Cuando Lemos Simmonds hablaba de la lagartearía nacional, era muy gráfico. El filisteísmo cultural o el arribismo que utilizan la cultura como instrumentos de ascenso social, para nutrir sus pasiones personales, buscar poder y falso prestigio.
Esa gente que antes de que Gabriel García Márquez ganara el Nobel de literatura, lo ignoraba o le temían y atacaban como a un comunista peligroso y novelista procaz y que luego de su consagración lo convirtieron en un sanalotodo, un ungüento milagroso y una vacuna anti pandemia universal.
Lo grave del filisteísmo ridículo, es que se volvió contagioso y todo el país entró en esa cursilería tropical. Gente que jamás lo había leído lo proclamaba, para “presidente, ministro, embajador, magistrado, congresista, gobernador, consejero perpetuo, General de tres soles, árbitro de la elegancia, jurado de concursos de belleza y hasta árbitro de la paz”.
Anecdóticamente relataba Lemos Simonds, que esa “gabolatría” generó cuentos de pésimo gusto, como aquel de un amigo, que le contó que en esa época cuando él iba a viajar en un avión, se percataba primero que en él no estuviera García Márquez, no fuera que los pasajeros empezaran a gritar Que maneje Gabito, que maneje Gabito.
Pero se equivocó Carlos Lemos, cuando en su ensayo pronosticaba que, si ganábamos otro u otros premios Nobel, se le bajaría el tono a la zalamería nacional y en especial a la lagartería pública, pues tener en la “tribu” otro, no dejaba de producir una infinita satisfacción. Así se apreciaría a la persona galardonada por sus méritos y no por la zalamería filistea y colectiva.
Y vean que sí. Lo volvimos a ganar en 2016, aunque fuera el de paz y regresamos al filisteísmo, pretendiendo que el ganador sea el sanalotodo, en medio de esta pandemia, a sabiendas que el premio se ha desvalorizado.
Al punto que Bob Dylan dudó en recibirlo, o que antes Boris Pasternak y Jean Paul Sartre, lo rechazaran. Las cosas de los filisteos, más no, los que se fueron de Gaza.
Adenda: Debe terminar La Secretaría de Infraestructura y Planeación Municipal, el ejercicio de recuperación de la calle 7ª Este, entre avenidas 6ª y 9ª Este -Canchas Wembley y Centro Cristiano- cuyo muro de cierre ya fue demolido por la Avenida 6ª Este. No deben aceptar presiones así tengan representación en el gabinete municipal.
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