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Oportunidad para la gobernabilidad
El remezón ministerial da la oportunidad para reconstruir la gobernabilidad.
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Miércoles, 1 de Mayo de 2019

Representantes de Cambio Radical, el partido Liberal y algunos de la U, junto con la oposición, votan por rechazar las objeciones del Presidente al proyecto de ley estatutaria de la JEP. Si no ocurre algo extraordinario, en el Senado también se rechazarán las objeciones. Como consecuencia, Duque tendrá que sancionar y promulgar la ley con el texto tal y como fue aprobado originalmente en el Congreso, con las modificaciones ordenadas por la Constitucional. Por otro lado, esta semana renunció el Secretario General de Presidencia, y se conoció que se pidió la renuncia a todos sus ministros. Vendrán cambios en el gabinete.

Las dos noticias están relacionadas. El voto sobre las objeciones en el Congreso tiene dos motivos. Uno, de carácter doctrinal, por aquellos que genuinamente creen que no debe hacerse ningún cambio a la ley. El otro está relacionado con que el Gobierno está lejos de tener mayorías en el parlamento y tiene enormes dificultades para sacar adelante su agenda legislativa y sus políticas.

Es ahí, en la gobernabilidad, donde se encuentran los hechos referidos. Como advertí en septiembre del año pasado, las decisiones del presidente Duque de, por un lado, poner freno a la mermelada que engrasaba a los congresistas y, por el otro, hacer un gabinete sin representación política, ponían en riesgo la gobernabilidad. Parar la mermelada era una decisión indispensable para poner freno a la corrupción vinculada a cupos indicativos, contratos y presupuestos. Supuso un enorme valor y merece todos los reconocimientos. De quitarse el sombrero. Es el acto contra la corrupción más importante en los últimos lustros en Colombia.   

Pero confundir la mermelada con la representación política es un error, como es un error confundir la representación con el clientelismo. El clientelismo es una “practica de obtención y mantenimiento del poder asegurándose fidelidades a cambio de favores y servicios”. En cambio, la representación política es natural en un sistema democrático y es una necesidad en un gobierno de coalición, resultado de una alianza. Los distintos partidos y movimientos que contribuyen a la elección de un gobernante tienen la legítima aspiración de participar en el gobierno elegido. Frustrar esa expectativa puede suponer perder el apoyo de esas agrupaciones.  

Ahora la situación es aún más compleja. El Gobierno y el Centro Democrático se encuentran en el peor de los mundos. Ocurre que la antigua “unidad nacional” mantiene el grueso de la burocracia del gobierno central en las regiones, pero no sufre el desgaste del ejercicio del gobierno ni del impacto político de sus decisiones y vota como se le antoja en el Congreso. El paraíso. En cambio, el Gobierno sufre el costo reputacional de que se le perciba, por cuenta de esa continuidad burocrática, como un poco “santista”, debe negociar artículo a artículo cada proyecto de ley, sufrir variadas derrotas en el recinto parlamentario y tener, por cuenta de ello, enormes dificultades para cumplir con sus promesas de campaña.

Para rematar, se desgasta en la opinión pública y con sus electores porque los ciudadanos no ven el cambio que votaron y porque los santistas que siguen en las regiones mantienen sus prácticas contractuales y presupuestales clientelistas. Y el Centro Democrático se erosiona con el inevitable costo político de las decisiones gubernamentales y sufre la presión de sus electores con expectativas insatisfechas y con el desconcierto de ver que siguen en las regiones aquellos contra los cuales votaron. Mientras tanto, sus contradictores políticos gozan de todas las ventajas. El infierno.  

El remezón ministerial da la oportunidad para reconstruir la gobernabilidad. El Presidente puede reformular la alianza que lo llevo al poder, con base en acuerdos basados en el programa de gobierno por el que votaron los ciudadanos. Al mismo tiempo, limpiar de clientelistas la burocracia regional y dar espacios al Centro Democrático y los partidos de la nueva coalición de gobierno. Y, sobre todo, con las mayorías reconstruidas, asegurar el desarrollo de sus políticas y su plan de gobierno.

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