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No sabemos cuándo
Sabemos que va a pasar, aunque no sepamos cuando, pero cada día nos queda más claro que cuando suceda, nos encontrará sin preparación. 
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Viernes, 16 de Octubre de 2020

En varias de mis columnas he escrito acerca de estudios científicos que alertaban de una pandemia que iría a ocurrir, lo que no se sabía era cuando, y advertían de la necesidad de prepararse para enfrentarla. Pero el mundo entero hizo caso omiso a esta advertencia y llegó la anunciada pandemia, y ahora todo el mundo anda desconcertado por el daño que está produciendo no sólo a la salud, sino también a la economía y a la interacción social. 

Hay otras amenazas que se sabe con seguridad que pasaran, y no en mucho tiempo, pero como no sabemos cuándo, instintivamente pensamos que no nos tocará a nosotros, por lo que seguimos haciendo lo que siempre hemos hecho: consumir energía fósil, generar más desechos, no respetar los hábitats naturales, consumir en exceso, y un largo etcétera de cosas, de las cuales no nos preocupa el daño que hagan, mientras maximicemos nuestro placer. 

El mejor ejemplo es el cambio climático, que ya empezó a mostrar su capacidad de daño con la sequía y sus consecuentes incendios de Costa a Costa en Australia o California, el deshielo antártico que dejó ver por primera vez la tierra que soportaba el hielo, el deshielo Ártico que amenaza reducir a mínimos ese casquete polar, o las olas de calor de los veranos del hemisferio norte. Sabemos que seguir como vamos nos afectará a todos por separado o en conjunto, pero como no sabemos cuándo, seguiremos en la inercia, esperando que no nos toque, en una actitud entre suicida y estúpida.

No sabíamos cuando se iba a dar la diáspora venezolana, pero sabíamos que iba a suceder desde que se montó un gobierno estalinista, pues esa ha sido la consecuencia en todos los países donde se monta este “modelito” progresista. Aún en septiembre de 2015, cuando ya era inminente que se venía, el gobierno Santos optó por negarla, pensando más en su acuerdo con las farc y el correspondiente Nobel. Y llegó la diáspora venezolana y nos desbordó.

En lo local sabemos que Cúcuta sufrirá un gran terremoto, pero como no sabemos cuándo, seguimos como si no nos fuera a tocar, aún a sabiendas que un sismo del máximo esperado dejaría la ciudad en ruinas. Ha sido imposible hasta el momento que del tema sólo se hablé eventualmente, pero no ha habido tiempo ni dinero para abordar seriamente el mayor riesgo regional existente. Y sabemos que el régimen de Maduro caerá, pero como no sabemos cómo, no nos preparamos para cuando suceda.

Por esa imprevisión ante eventos de gran magnitud y aparición súbita, hoy vivimos una “nueva realidad” por una pandemia anunciada. En ingeniería se sabe que el mantenimiento más costoso es el correctivo, y el de mejor relación beneficio/costo es el predictivo, lo grave es que no sabemos cuándo esto se va a entender a nivel social. No sabemos cuándo se va a hacer una planeación metropolitana integral, que cubra estas amenazas, ni sabemos cuándo vamos a entender que el gobierno nacional y su burocracia sólo producen “recomendaciones”, y que no nos van a hacer lo que nosotros no hagamos. 

Los sistemas de salud en nuestros países colapsan ante cualquier exigencia de una amenaza grave. Lo hemos visto en Colombia en todos los terremotos: edificios de hospitales que colapsan o sufren daños severos que los hacen inoperantes, colapsó inmediato de los accesos a sedes hospitalarias por un inadecuado manejo del sistema de tránsito, insuficiencia recursos humanos y físicos para atender picos de demanda, debilidad institucional para responder con la rapidez debida, cuando no es que la corrupción política desapareció los recursos del funcionamiento usual, entre otros. Y las víctimas de desastres anunciados crecen geométricamente.

Sabemos que va a pasar, aunque no sepamos cuando, pero cada día nos queda más claro que cuando suceda, nos encontrará sin preparación. 

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