Quise hacer un repaso de mis columnas escritas en los últimos tiempos, y quedé asombrado de la cantidad de veces que me referí a la corrupción. Y con un rápido vistazo a las noticias de los medios de comunicación confirmé que éste es el mayor de los males que aquejan a Colombia.
Me niego a seguir abordando ese problema con simples denuncias porque lo que se necesita es proponer soluciones y actuar en consecuencia. Los colombianos no podemos seguir lamentándonos de un estado de cosas del que todos, en mayor o menor medida, somos responsables.
Es evidente que se necesitan correcciones a las normas que regulan los órganos del Estado pero es mucho más importante y urgente poner correctivos al comportamiento ciudadano.
Si la sociedad colombiana no asume la honradez como una guía para las actuaciones públicas y privadas, será muy difícil erradicar la corrupción porque son los hombres y no las leyes los que garantizan su logro.
En otras palabras, sí podemos hacer algo: Podemos si reflexionamos sobre nuestros actos. Podemos si influimos en quienes nos rodean o dependen de nosotros.
Podemos si actuamos como actores responsables en las decisiones democráticas. Podemos si no damos la espalda a la cruda realidad que nos acosa.
No debemos permitir que quienes están esperando sacar partido del caos se apropien del Estado mediante un atractivo discurso demagógico, como pasó en Venezuela.
Y aunque algunos aseguren que estamos lejos de llegar a una situación similar, por el contrario, es más que probable caer en ella si entre todos seguimos agrandando el escándalo sin hacer nada.
Llego a creer que hay aspirantes políticos felices con el desastre que anuncian los medios de comunicación todos los días porque, al fin y al cabo, es una propaganda gratuita que favorece sus planteamientos de reivindicación social con la oferta de acabar la corrupción, la injusticia y la pobreza.
Las próximas elecciones serán una oportunidad para darle al país un rumbo nuevo. Habrá diversas opciones a escoger, y es indispensable analizar cuál será le decisión adecuada para vencer la desesperanza.
Aunque casi nadie lo esperaba, el plebiscito para decidir sobre los acuerdos firmados en La Habana fue favorable a los que se opusieron a su contenido. El resultado demostró que no siempre gana quien utiliza el dinero, la publicidad y la influencia del poder para convencer a los electores. Todavía quedan en Colombia muchos ciudadanos que votan a conciencia.
Se está dando el fenómeno de que la mayoría de candidatos a la Presidencia de la República está optando por presentarse con el apoyo de grupos significativos de ciudadanos y no de un partido político. Esto indica que no quieren ser cobijados por colectividades desprestigiadas por la corrupción.
Esto, sin embargo, va a causar mayor deterioro de la democracia porque quien resulte así elegido llegaría a gobernar sin el compromiso de un partido consolidado que ponga en ejecución un programa de gobierno sólido. Es como buscar un respaldo etéreo que satisfaga a todos con ideas simplemente atractivas. Es mejor votar por un candidato que surja de un o unos partidos intachables.