Hoy están de fiesta los grandes autores y compositores nortesantandereanos, que ya se fueron con sus do-re-mi-fa-sol a otras toldas. Esta noche volverán, se reencontrarán y se juntarán a recordar sus bellos tiempos en el Teatro Zulima, a partir de las siete de la noche.
Vendrán cargados de partituras, de negras, corcheas y semifusas, traerán sus instrumentos y harán las delicias de los cucuteños amantes de la cultura y de la buena música.
Por un rato volveremos a sentirnos como en las viejas retretas de los parques, cuando las bandas de músicos se instalaban en el centro y las parejas de esposos y de novios a punto de casorio, prendidos de la mano, daban vueltas alrededor del parque o de la plazoleta, escuchando bambucos, pasillos, pasodobles, porros y otras melodías que se regaban por el aire y se metían en los corazones y quedaban en el cofre de los recuerdos. (Hoy, de noche, nadie va a los parques, por temor a las otras bandas, las de los atracadores). Los novios que estaban empezando, los amantes, los tinieblos, los secretos, tenían que conformarse con hacerse coquitos desde lejos. Pero también a ellos les servían las retretas.
Municipio que se respetara tenía su banda de músicos, famosas algunas de ellas en los alrededores de la comarca. Recuerdo con especial cariño la banda de Convención, con Cayuyo a la cabeza, la de Ocaña, la de Pamplona y las de Sardinata, Lourdes, Gramalote, Salazar y Arboledas, la de Cúcuta y sus inolvidables retretas, sin mencionar las papayeras de barrios y los grupos musicales campesinos y bandas de otros municipios que se me escapan.
Pero no sé qué pasó. Nuestros grandes músicos cayeron en el olvido. Se acabaron las retretas, la música colombiana tradicional pasó a mejor vida y hoy sólo se escuchan retahílas recitadas con acompañamiento de tambores a las que les dan el nombre de música urbana, y vallenatos que en nada se parecen a los de antes, los de Escalona, por ejemplo.
Por eso son tan importantes conciertos como el de esta noche, en el que el maestro Pablo Tarazona Gómez y su orquesta sinfónica tirarán el teatro por la ventana para mostrar en imágenes y con sus canciones, algunos de los muchos valores que ha tenido nuestro departamento en materia musical.
Como dije al comienzo, allí se encontrarán, se darán un abrazo y un pico de cachetes y empezarán la cantata y la sonata, viejas glorias de la música nortesantandereana como Víctor M. Guerrero (¿Se acuerdan de El Inmortal?) y Elías M Soto, el de nuestras famosas Brisas del Pamplonita, junto a Bonifacio Bautista y Ángel María Corzo.
Por allí se asomarán Arnulfo Briceño, el de Villa Sucre; Rafael Contreras, que viene de Ocaña, tierra de mujeres bellas, barbatuscas y arepa sin sal, y Oriol Rangel, envuelto en las neblinas de Pamplona y los laureles de la gloria.
Tampoco faltarán Benjamín Herrera con su vals No me olvides, Fausto Pérez con su bambuco Que lo sirvan, y alguien muy especial esta noche, el papá del director de la Sinfónica, el maestro Pablo Tarazona Prada, compositor del Himno de Cúcuta, entre muchas obras de su valiosa inspiración.
Como se ve, será una noche maravillosa, que nadie se la puede perder, para recordar y vivir aquellos recuerdos. El éxito está asegurado porque la relacionista pública es la inquieta y bella abogada, amiga de la cultura en general, Raquel Blanco, y el coordinador es Carlos Olivares, que se mueve como pez en el agua para que todo les salga bien.
El valor de la entrada es simbólico, como quien dice, casi gratis, cinco mil pesitos, lo que valen dos cervezas en la cantina de la esquina, con una ranchera arrabalera; en cambio allí se vivirá nuestra verdadera riqueza cultural. Allá nos vemos.
LA ÑAPA. Acabo de enterarme que hoy mismo y a la misma hora habrá otro concierto musical, en el que el invitado es el director de la Fundación Sabaseba, que dirige el escritor, músico y joven abogado Andrés Esteban Jaimes, en el auditorio Eustorgio Colmenares Baptista, de la Universidad Francisco de Paula Santander.
Lástima no tener el don de la ubicuidad para estar en ambos conciertos a la vez.