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Mandato de origen popular
Los resultados de las elecciones del 27 de octubre en Cúcuta y Norte Santander han creado una nueva realidad política.
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Sábado, 9 de Noviembre de 2019

El voto popular para la elección de gobernantes es una expresión de la democracia y por lo tanto debe estar libre de fraudes y de manipulaciones que puedan llevar a la distorsión de la voluntad de los ciudadanos.

Toda elección debe tener la garantía de su legitimidad y esta se consolida con transparencia o cuando se respeta y se defiende el derecho a escoger servidores públicos con funciones de gobierno en cualquiera de las ramas del poder público, sin que medien mecanismos de presión o tráficos que configuren actos punibles. 

Por ejemplo, la compra del voto es una práctica sucia. 

Le introduce a la política elementos contrarios a su esencia y destruye principios con los cuales se sustentan las causas cuya finalidad es darle a la sociedad soportes de dignidad para el desarrollo de su existencia.

El desmantelamiento en los partidos de sus principios y de sus plataformas programáticas los hizo vulnerables. 

Van a las elecciones con ímpetu meramente burocrático y hasta caen en las redes de la confusión, sin propuestas claras frente a los problemas o las posibilidades de impulsar proyectos para el mejoramiento de las condiciones de vida de la comunidad. 

Eso empobrece el proceso electoral. Se ha creado un vacío que impone acciones de parte de las nuevas corrientes de opinión.

Los resultados de las elecciones del 27 de octubre en Cúcuta y Norte Santander han creado una nueva realidad política, la cual debe analizarse con objetividad, sin prejuicios, sin minimizar y sin sobrestimar los hechos. La lectura tiene que ser de compresión para medir con exactitud lo que sobrevino. No debieran tener cabida ni el triunfalismo pedante ni la indiferencia de negación.

Sería lamentable que a las elecciones siguiera un revoltijo de pugnas cuando el mandato de los electores es de recomposición de la administración a fin de sustraerla de ese desgaste a que lleva el empeño discriminatorio y el manejo de intereses contrarios al beneficio de la comunidad en general.

En el caso de Cúcuta el alcalde electo Jairo Tomás Yáñez Rodríguez ha recibido un mandato basado en sus propuestas de cambio en términos de transparencia, erradicación de lo que encuentre de corrupción, desmonte del entramado de abuso del poder, ordenamiento planificado de los proyectos, impulso a la educación y la cultura, reconocimiento de la idoneidad de quienes sean llamados a los cargos del municipio y ejecución de políticas para el fortalecimiento de lo que aporte calidad de vida a los cucuteños. 

El temple político de Jairo Yáñez no pasa necesariamente por los barnices de izquierda o derecha. Su buena gestión está articulada al  acierto, a la sujeción a la democracia, a la decencia, al reconocimiento de derechos, a la asimilación de los anhelos populares, a la atención a las opiniones contrarias y a la coherencia en los actos de gobierno. Lo deseable es que le vaya bien y demuestre temple, sin concesión alguna a quienes quieran enredarlo con fines perversos para que la ciudad siga en el atraso.

Puntada

Ante los mayúsculos y recurrentes desatinos de Guillermo Botero en sus funciones de ministro de  defensa, no le quedaba otra salida que la renuncia. Con tanto desgreño y enredos, su autoridad era nula. Pero como él hay otros en el gabinete del presidente Iván Duque que también deberían partir.

ciceronflorezm@gmail.com

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