De los repugnantes episodios que se han conocido sobre la corrupción colombiana hay uno que apenas se ha denunciado tangencialmente, que es el uso indebido por parte de empresarios privados de la influencia proveniente del triunfo electoral.
En principio parece algo menor pero, al ahondar en sus consecuencias, el asunto es de enorme gravedad porque se trata de una práctica concebida con torcida premeditación.
Por supuesto, ninguna de las acciones delictivas ejercidas contra los bienes públicos es aceptable. Mas, aquella que se idea para que unos privilegiados tengan acceso a jugosos contratos asignados preferencialmente y a beneficios derivados de su cercanía al poder, son las peores formas de asalto al erario nacional.
En referencia a las pasadas campañas presidenciales se hizo un escándalo por el ingreso ilegal de dineros entregados a ellas por la constructora Odebrecht. Sin embargo, esta denuncia tiende un manto de neblina al hecho muchísimo más delicado de la multimillonaria contratación conseguida por el gerente de la campaña presidencial vencedora, el señor Roberto Prieto, en numerosas agencias del Estado.
Bien fuera a su nombre, o al de compañías de familiares, o al de socios de diversa naturaleza, el señor Prieto parece que tuviera una patente de corzo o, en términos contemporáneos, una licencia de manos libres para lograr jugosos contratos en los que las utilidades son incalculables.
¿Y esto lo consiguió el gerente de la campaña simplemente mostrando su cédula de ciudadanía?
Es decir ¿cualquier otro empresario colombiano podría alcanzar semejantes beneficios por el solo hecho de ser ciudadano?
Además, ¿esas innumerables y exitosas gestiones en diferentes entidades estatales son una simple coincidencia por la capacidad gerencial del señor Prieto, o tienen un apoyo poderoso?
Ahora bien, en el ejercicio de la política es común que quienes han participado activamente en las campañas pasen a hacer parte del gobierno que forman los triunfadores, porque harán parte del equipo que podrá en ejecución el programa propuesto por el candidato. En este caso, por el contrario, el exitoso gerente de la campaña que llevó a la Presidencia de la República al doctor Santos no ocupó ningún cargo importante en la Administración Pública. No fue ministro, ni embajador, ni gerente de un importante instituto….nada. Sólo se dedicó a contratar, con mucho éxito.
Como en Colombia las noticias, por alarmantes que sean, caen rápidamente en el olvido, es posible que éstas que se refieren a uno de los peores casos de favoritismo y tráfico de influencias lleguen pronto al cesto de la basura. Pero queda flotando un efluvio pestífero que mortifica al ciudadano del común, así los medios de comunicación comprometidos con el gobierno traten de ocultar la innegable verdad.
Se dice que los gobiernos empiezan a acusar desprestigio cuando tienen el sol a las espaldas al declinar su mandato. Mejor dicho, cuando los interesados en derivar gajes y prebendas ven que se acaba el tiempo de exigirlos. En este caso, los gajes y prebendas fueron dispensados con anticipación, y puede ser que todo quede en la penumbra del olvido.
ramirezperez2000@yahoo.com.mx