Cuando el Estudio General del Agua, elaborado por el Ideam, nos señala de manera dramática que existen actualmente en Colombia 391 municipios, que están en riesgo de producir desabastecimiento de agua, creemos que debemos hacer una seria reflexión.
En las antiguas culturas como la de los Mayas, Incas y Muíscas, existían lugares a los que llamaban ‘Sagrados’ por el hondo significado que tenían para su vida espiritual. Entre ellos se contaban los ríos, lagunas, bosques, montañas y valles.
Que bueno sería recuperar esa cultura milenaria para declarar nuestra fuentes de agua: ríos, quebradas, mares, lagunas como sitios de respeto, cuidado y veneración, pues resultan ser a su vez las fuentes de vida.
Allí en esos depósitos de agua, existe la posibilidad de dar vida a la tierra, de alimentar las plantas y los bosques, de tomar el líquido vital para el sustento humano; de preservar la fauna; de mantener el régimen de lluvias; de equilibrar el clima y de estabilizar el medio ambiente. Nos asombra pensar que todavía existe gente inconsciente que le parece poco semejante beneficio.
Y es esa la razón por la cual nos dedicamos a contaminar, a eliminar los bosques, a abusar del consumo y a ignorar la importancia de las fuentes, y entonces las consecuencias desastrosas no se hacen esperar.
La ausencia de cultura ha fomentado la irresponsabilidad y también el compromiso con el medio ambiente. Nos acostumbramos a vivir en un medio privilegiado en el planeta por la cantidad de fuentes de agua, y como nos ha sobrado, no hemos caído en la cuenta que hay que cuidarlas.
Es aterrador pensar que nuestro principal río, el Magdalena, es llamado la alcantarilla más grande del país, y sus aguas resulta ser un factor contaminante que atraviesa la patria y que vomita en el mar caribe toda la pestilencia que recoge de todos los afluentes contaminados.
En una oportunidad me encontraba en Berna y me llevaron a conocer el río Aare que atraviesa la ciudad. Qué sorpresa encontrar unas aguas totalmente cristalinas en donde era posible observar todos los peces de colores en su interior. Uno de los asistentes, maravillado, preguntó cómo lo hacían; a lo cual alguien con bastante humor contestó “es que cambian al agua por la mañana y la vuelven a cambiar por la tarde”.
Requerimos que se nos imponga esa urgente cultura y que todos aprendamos a respetar y cuidar las fuentes de agua, como sitios verdaderamente sagrados.