Decíamos antier que la fiesta se prendió en la Biblioteca Julio Pérez Ferrero. Una fiesta que abarca por igual a los libros, y a los que los leen, y a los que los escriben, y a los que los manosean pero que no los leen.
Entrar a la Julio Pérez Ferrero esta semana es adentrarse por un mundo diferente, lleno de emociones y de alegrías y de sueños y expectativas, aunque haya pisotones y empujones. A mí, por ejemplo, me dañaron la embolada, la primera noche de rumba, porque todos queríamos ver y escuchar y tomarnos la foto con Diana Uribe, la excelente historiadora, que nos condujo de la mano por la historia de la humanidad para mostrarnos cuál ha sido el camino del libro. Me dañaron la embolada (menos mal que era una de esas baratas) pero no me importó porque logré tomarme la foto con la historiadora y escritora.
La escritora y líder feminista Florence Thomas pisó muchos callos con su exposición, pero recibió aplausos, y las mujeres casi que la sacan en hombros, como sacan a los toreros de las grandes corridas.
Vino la ministra de Cultura, una morenaza simpática, hermosa y elegante, a la celebración de los Cien años de la Biblioteca Julio Pérez Ferrero. Cien años que no han sido fáciles para la biblioteca, a la que le tocó, de niña, brincar de un lado a otro, porque de todas partes la echaban, seguramente por no pagar arriendo, hasta que logró ubicarse en lo que fue el Hospital San Juan de Dios de Cúcuta.
De modo que donde nacían niños, ahora nacen libros. La gente cucuteña que hoy está grandecita, de ochenta pa´rriba, nació o en su casa atendida por una comadrona, o en el San Juan de Dios, atendida por médicos famosos, que no cobraban. No existía el negocio de las clínicas privadas, ni las motos accidentaban a tanto peatón, porque no había motos. Ni había tanto matado porque la urbe vivía atrasada, pero en sana paz.
Ahora la gente lee donde antes hacían autopsias. La gente escucha conferencias donde antes se escuchaban gritos de dolor. La gente corre para no perderse el lanzamiento del último libro, como antes corría a donar sangre o a llevarle al enfermo las ampolletas que el médico formulaba. Es el cambio de la muerte a la vida.
Decíamos también antier que el más contento de todos es Julio García Herreros, que con verraquera y rodeado de muchachas tan activas como bonitas, le ha metido el hombro a esta tarea tan jodida como es el de tratar de culturizarnos, en un medio en el que más nos gustaba seguir de burritos pa’l potrero.
Sigue la Fiesta. Las editoriales no dan abasto vendiendo libros, a precios de feria. Músicos llegan y tocan y se van. Los cafeteros enseñan cómo se prepara un capuchino, los pintores enseñan cómo se mezclan dos colores para sacar uno distinto, y las maestras llegan llevando de la mano a sus chiquitines que miran asombrados ese montón de libros enfiestados.
Y hay libros que están haciendo su ingreso a sociedad, en busca de conseguir lectores. Pilar Ramírez, Tomás Wilches, Ciro Pérez, Luis Luna, Liliana Varón, Jose Logatto, Oswaldo Carvajalino y muchos otros que no alcanzo a nombrar por falta de espacio, presentan sus obras o dictan sus charlas, porque para eso es la Fiesta, para gozarla y vivirla intensamente.
Por mi parte (y perdónenme el comercial) esta tarde estaré presentando mi libro de poemas “Estaciones en tu cuerpo”, escrito con mi hijo Gustavo Adolfo, que me salió poeta, donde hablamos de las mujeres cuando están en primavera o cuando les llega el verano, después de haber ofrecido sus frutos carnosos y deliciosos. Están todos invitados para que se la gocen porque el músico Andrés Esteban Jaimes Grimaldos, ganador de muchos premios y director de la Fundación cultural Sabaseba, estará allí, acompañándonos con su guitarra y sus canciones.
La rumba sigue. Y el sábado en la noche la Asociación de Escritores cerrará la Fiesta con broche de oro. Con poesía, bambucos, vino, viento y luna, le estaremos poniendo punto final a la rumba más sabrosa de todos los tiempos, la de los libros.