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Los curas también cumplen años
En Las Mercedes me hice acólito y ya crecido fui muy amigo de los padres que llegaban allá de párrocos.
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Jueves, 7 de Noviembre de 2019

Cuando yo estaba pequeñito, empezando a conocer el universo, un universo de una calle, veinticinco casas y una iglesia, creía que los curas eran seres distintos a nosotros, como venidos de otros mundos, como si fueran seres extraterrestres.

Pensaba, por ejemplo, que no comían comidas de las de nosotros, porque Dios los alimentaba por aparte; que no iban al  solar (ir al baño, hoy), porque su alimento era un manjar espiritual que no producía llenuras ni engordamientos, y que no usaban pantalones debajo de la sotana.

 Alguna malhadada tarde, vi al padre Roberto Montes, tal vez el primer párroco de Las Mercedes, rezando el breviario, caminando de un lado a otro, en el atrio de la casa cural. (Los curas de ahora no rezan el breviario. Ellos leen el Q´hubo, y se distraen con los chistes que llegan por el celular). 

¿Y saben qué? El padre estaba en pantalones, sin sotana, unos calzones cortos, a media pierna. Ese día empecé a crecer, a poner los pies sobre la tierra. A partir de ahí, empecé a darme cuenta que los curas son unos pobres diablos como nosotros, con necesidades, con angustias y con estreses, que hacen lo posible por arrancarnos de las garras del mandingas. 

Me eduqué con los curas eudistas en el seminario de Ocaña de hace tiempos, el Dulce Nombre. Con ellos aprendí a conjugar en latín aquello de nominativo rosa, vocativo rosa, genitivo rosae, acusativo rosam. Y ellos me enseñaron a tratar bien el idioma español, y mis primeros escritos surgieron bajo la orientación de sus sabias enseñanzas.

Por eso, porque soy agradecido, aprecio mucho a los curas, y hasta soy capaz de agarrarme a trompadas con aquellos que hablan mal de los sacerdotes. Me pueden reventar las ñatas, pero mi patada se llevan, por allá donde más les duela.

En Las Mercedes me hice acólito y ya crecido fui muy amigo de los padres que llegaban allá de párrocos. Por una beca que me dio el padre Jesús Emel Arévalo, de Ábrego, pude ir al seminario. No serví para cura, -gracias a Dios-, pero mi fe sigue intacta, y mi respeto y mi admiración por ellos es en serio.

Digo que los curas, como humanos que son, también cumplen años. Ese día echan al cáliz doble medida de vino, y le hacen guiños a la sacristana a ver si ya llegó la torta para saborear un pedazo en vez de la hostia.

   Y digo todo esto, porque la semana pasada estuvo de cumpleaños el padre Pedro Julio Correa Molina, de Las Mercedes, que dirige una parroquia aquí en Cúcuta. Fieles y fielas le cantaron ese día el japiverdi, le dieron abrazos y picos, y el padre, sacrificado como es, se dejaba agasajar. Lógicamente, la colonia de L as Mercedes en Cúcuta, bien organizada, como debe ser, bajo la dirección de Pepo, Miryam y otros , estuvo presente en aquella celebración. Los que fueron y los que no pudimos ir, le dijimos a Julio cuánto lo queremos y cuánto lo necesitamos. No hay entierro, bautizo o matrimonio de mercedeños donde él no esté presente.  Siempre con su sonrisa, su buen hablar, sus buenas homilías, su vozarrón que no necesita de megáfono y su don de gentes, Julio es nuestro vocero ante el de Arriba.

   Julio canta rancheras y misereres, es el arquero del equipo de los curas, y ataja balones y ataja pecados, es la pura imagen del mercedeño nato, de origen humilde (Urbano, su papá, era el carpintero del pueblo, y Ana Benilda, su mamá, entregada a sus labores de casa y a las novenas en la iglesia), el cura es servicial, todo un apóstol, sus manos derraman bendiciones por cantarados.

   Con curas así, es el capellán de la colonia, tenemos asegurados un puesto en el cielo. Y como se sabe que el que el que peca y reza empata, es a él a quien acudimos a decirle, de cuando en cuando: Padre, metí la pata, deme su absolución. Y él, sonriente, dice: “Récele tres avemarías a la Virgen de Las Mercedes y no lo vuelva a hacer”. Eso es lo difícil, pero mientras tengamos al padre Correa como nuestro guía espiritual y de fútbol y de rancheras, estamos seguros de que vamos bien. Felicitaciones, padre Julio.

gusgomar@hotmail.com

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