Hoy están de fiesta los conductores. Desde los que manejan autobuses y tractores hasta los que conducen carritos de helados y carritos con termos de tinto. No faltará el amigo que pregunte: ¿Y los que manejan a la mujer también están de fiesta? Yo respondería: Si hay un hombre que pueda decir que maneja a su esposa, que levante la mano y la Virgen del Carmen lo premiará.
Desde anoche, a la media noche, comenzó la fiestolaina. Se alzaron la bata choferes y choferas. Engalanaron a la santa patrona, la Virgen del Carmelo, le acondicionaron una carroza y faltando cinco pa´las doce, comenzó el desfile por la calles de la ciudad, con pitadera de carros, pólvora y papayera a bordo.
-Vaya a ver qué es esa bulla y llame a la policía del cuadrante pa que los hagan callar –me dijo mi mujer, cuando ya habíamos echado el primer sueño.
-Vaya usted –le rezongué. A veces yo rezongo.
-Como siempre, todo me toca hacerlo a mí –dijo, y se dirigió a la ventana.
Viendo que no regresaba y que la algarabía era cada vez más fuerte, me fui a ver qué pasaba. Me vestí y también llegué al balcón. La escena me conmovió. Mi mujer, arrodillada, le imploraba cierta petición a la Virgen del Carmen, que justo en ese momento pasaba por el frente de la casa. Me arrodillé a su lado y alcancé a escuchar cuando, con los ojos cerrados, le imploraba la patrona a la Patrona: “Que cambie este hombre, señora, sed nuestro amparo amoroso”. Yo también comencé a clamar, pero cambiaba la palabra hombre por mujer.
El desfile era largo. Taxis, colectivos, piratas, los de Uber y los de otras empresas, camionetas, más pólvora, más música. Más carros, más pitadera. Como si estuvieran empezando las Fiestas julianas, las de la alcaldía. Sólo faltaban los zancos y las reinas de belleza.
La devoción a la Virgen del Carmen es mundial. Viene desde las épocas del profeta Elías y se cuentan los numerosos milagros que hace la Señora del Carmelo a quienes llevan su escapulario. Pero la devoción de los conductores es especial. Los marineros la profesan, los aviadores la profesan y los conductores de carro la profesan. En Cúcuta, como no tenemos ni mar, ni empresas de aviación, son los choferes, como ya dije, los que se encargan de recordarnos que hoy, 16 de julio, es la gran fiesta, la de la Patrona de los carmelitas. De los Descalzos (que ya no son descalzos: aunque sea tenis o sandalias llevan) y de los Calzados, y de la gente en general, cuya devoción es intensa y motivo de jolgorio.
En taxis, busetas, camiones y gandolas, siempre va la estampa de la Virgen frente a quien conduce. Otros llevan el escapulario amarrado al espejo retrovisor, al lado del zapatico del niño que alguien dejó dentro del carro.
Hoy muchos amanecimos trasnochados por la bulla de los desfiles de anoche, pero no importa. Por la Virgen del Carmelo, lo que haya que hacer se hace. Así nos lo enseñan en la iglesia de los padres Carmelitas, que también hoy se visten de hábito, se calzan, echan doble vino al cáliz de la consagración, imponen escapularios, cantan y festejan y tiran la casa por la ventana. ¡Como debe ser!
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