A los comelones nos gusta diciembre. Es un mes de alegría, de magia, de colores y de regalos. Mes de villancicos y de aguinaldos. Pero, sobre todo, es un mes donde abundan y hasta sobran las comidas.
Desde el 7 de diciembre, día de las velitas, hasta el 7 de enero, las despensas están llenas y las neveras se muestran florecientes.
Diciembre es un mes que no termina, como equivocadamente dicen los calendarios, el 31 de ese mes. No. Diciembre se alarga hasta la llegada de los Reyes magos y termina cuando los Reyes ensillan sus camellos y vuelven grupas para regresar a su país por otro camino sin entrar a Jerusalén, mamaderita de gallo que empu, que enfureció a Herodes.
Y el 7 comienza el martirio, el sacrificio: comienzan las dietas, a veces por voluntad propia, a veces por órdenes superiores.
-Está pasadito de peso –me dijo mi nefrólogo de cabecera, al ver el informe de la nutricionista, que reportó un aumento de varios centímetros a la redonda, de mi cintura.
Recordé, entonces, las hayacas, el pavo y el pollo rellenos, el jamón serrano, el sancocho trifásico del paseo al río, los buñuelos, la natilla, las cenas de media noche, en fin.
Recordé los panes navideños de la comadre, el vecino y los ahijados. Recordé la torta de cumpleaños de la hija.
Y recordé las invitaciones de familias amigas a “una hayaquita”, que resultan tres, con previo plato de frutas, con chocolate, arepa rellena, queso de varias clases y colores, y, como para disimular, un pan integral.
Recordé que todo entraba al compás aquella frase tan consoladora para esta pobre humanidad agobiada y doliente: “Una vez al año no hace daño”.
Pasaron todos esos recuerdos como en una película en blanco y negro por mi mente, de manera que, contrito y arrepentido, sólo acerté a decirle al médico:
-Le prometo, doctor, que rebajaré esos cinco kilitos.
-Eso espero –me dijo el galeno, mirando mi barriga, por encima de sus gafas gruesas de carey.
Y acudí a mi mujer, que tiene experiencia de varios años en eso de las dietas de comienzos de año. Ella, deseosa de no perder su línea, frente a las comilonas decembrinas, duda entre comer y no comer. Al final se decide por la primera opción diciendo: “El año entrante comienzo la dieta”.
En esas estamos. Andamos preparándonos para iniciar cualquier día de estos la tan temida dieta. Pero como no es cosa de endietarnos con lo primero que nos digan, estamos haciendo una investigación para saber cuál será la mejor dieta de todas.
La investigación puede durar semanas y hasta meses y luego vendrá el período de prueba con el fin de determinar si la dieta escogida funciona.
En esos estudios y experimentos es posible que se nos pase buena parte del año y entonces ya será hora de ir pensando en las comilonas del otro diciembre.
Ante el temor de no poder iniciar una buena dieta, acudimos donde un consejero, amigo de la meditación.
-No se preocupen –nos dijo, con voz de maestro oriental.-No se preocupen, que todo está en la mente. Mentalícense que están delgados y visualícense con el peso y la cintura ideales. Esa es la mejor dieta.
En esas andamos. Comiendo de todo, pero visualizándonos en buena forma, sin barriga, sin gordos alrededor, sin kilos de más. Esperemos que funcione. Ya les contaré para que saquen sus propias conclusiones.