Muchas personas se están preguntando por estos días, en dónde está la solidaridad que tanto pregonan los organismos internacionales frente a la tragedia y el dolor que sufren muchos habitantes de ciertas regiones del planeta, en donde se observa hambre, desolación e incertidumbre.
El caso de los millones de venezolanos que han tenido que abandonar ese país, en donde carecen de los alimentos básicos, en donde el empleo se ha venido dramáticamente al piso, en donde no hay medicinas, y en donde se niegan todas las posibilidades de expresión democrática, merece considerarse a fondo, pues a Colombia han venido todos los organismos posibles a constatar la situación, a palpar de primera mano el sufrimiento, y a conmoverse dramáticamente del escenario encontrado, pero donde no se formula ninguna idea concreta de alivio, sosiego y esperanza.
No llegan alimentos; tampoco medicinas; y menos ayudas de otro tipo que les permita a todos esos desdichados, por lo menos acceder a una condición humana.
Colombia ha acogido a los venezolanos aparentemente con una buena voluntad, pero lamentablemente nuestro país está lleno de dificultades y no les ha podido ofrecer otra cosa que una residencia temporal sin hostigamientos, o acaso una atención de urgencias en los hospitales por donde han pasado. Todo se ha reducido a la caridad pública, que trata de proveer alimentos urgentes, vestuario elemental y algunas medicinas de combate.
Pero el problema no se ha enfrentado como debe ser: reclamando la solidaridad internacional y acopiando donaciones apreciables que puedan estar en condiciones de construir alternativas para proyectar una vida decorosa.
El mundo no puede ser indolente frente a estas situaciones, y quienes dirigen los organismos internacionales deben saber que su capacidad de liderazgo es bastante precaria y carente de todo brillo emprendedor.
Una emergencia como la que se está viviendo, tiene que tener un componente de motivación y compromiso, para que se pueda hacer algo efectivo para atenuar la situación.
Organismos como la OEA, la ONU y los bancos multilaterales, están quedando muy mal frente al mundo: se limitan a decir que la situación es en extremo preocupante, pero su acción no se proyecta de manera concreta para poder diseñar instrumentos de ayuda que en verdad beneficien a los afectados.
Y que el gobierno tome nota para exigir de manera mas enérgica una contribución a esta crisis, que en el caso de Colombia ya invade todas las capitales y muchas ciudades intermedias.