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La Planificación Territorial Frente al Cambio Demográfico: Un Compromiso con el Futuro
La dinámica demográfica en América Latina, y en particular en regiones como Norte de Santander y Cúcuta, presenta transformaciones que exigen un replanteamiento en la planificación territorial.
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Miércoles, 30 de Octubre de 2024

Los ejercicios de planificación son esenciales para el desarrollo territorial y para definir una visión compartida —y participativa— de la sociedad a la que aspiramos, incluyendo los valores que consensuamos. Este proceso debe responder dos preguntas fundamentales: ¿para quién planificamos? y ¿para qué? Las respuestas pueden parecer simples, pero no lo son; podríamos decir que planificamos para los ciudadanos y para mejorar su calidad de vida y bienestar. Sin embargo, esta aparente simplicidad oculta una complejidad desafiante. La dinámica demográfica es un insumo clave para proyectar escenarios futuros en la planificación y, con ello, anticipar y mitigar sus implicaciones.

La dinámica demográfica en América Latina, y en particular en regiones como Norte de Santander y Cúcuta, presenta transformaciones que exigen un replanteamiento en la planificación territorial. Este cambio en la estructura de la población, caracterizado por el envejecimiento y la disminución en la tasa de natalidad, genera desafíos para la seguridad social, la fuerza productiva y la sostenibilidad del desarrollo a largo plazo. La pirámide poblacional en Norte de Santander ha evolucionado  en las últimas décadas, traducida en una disminución de la población joven y un crecimiento en la población adulta mayor.

En Cúcuta, la base de la pirámide demográfica se ha reducido debido a la caída de la natalidad, mientras que la parte superior, que representa a la población adulta mayor, continúa creciendo. Este fenómeno genera tensiones en el sistema de seguridad social, que depende de la contribución de los jóvenes activos para sostener a los jubilados. Con una base laboral decreciente y sumada la alta informalidad laboral, surge una creciente presión sobre la capacidad de financiar servicios de salud y pensiones.

Lo anterior nos obliga a pensar en el largo plazo. Vivimos en una época dominada por lo que Román Krznaric llama "cortoplacismo patológico" y "la cultura de la satisfacción inmediata". En palabras de Mary Bateson, "aunque vivimos más tiempo, pensamos más a corto plazo". Individual y colectivamente, estamos en la búsqueda constante de dopamina y satisfacción inmediata; "esperamos una recompensa más pequeña y rápida en lugar de una mayor y a futuro" —esto es lo que se conoce como "Descuento Hiperbólico".

La planificación del futuro de nuestro territorio debe comprender que los patrones familiares y las prioridades sociales han cambiado, y que los retos demográficos representan una oportunidad. Por ejemplo, desarrollar infraestructuras inclusivas y servicios orientados tanto hacia la población adulta mayor como hacia la juventud. Es necesario adoptar una visión de largo plazo, que no solo responda a las necesidades de hoy, sino que también preserve y honre los derechos y aspiraciones de las generaciones futuras. Se trata de observar desde una justicia intergeneracional que nos lleve a “descolonizar” el futuro de nuestra abyección y abulia intertemporal.

Planificar implica pensar en el largo plazo, adoptar una perspectiva de previsión holística, practicar la “humildad en el tiempo profundo” y cultivar una “mentalidad de legado” como componentes esenciales para desarrollar una visión duradera. Como diría Krznaric, "recordándonos que somos solo un parpadeo en el tiempo cósmico". Esta visión implica pensar más allá de nuestra vida y planificar con la perspectiva de un “pensamiento catedral” —una planificación que contemple proyectos más allá de nuestra propia existencia. Este es el momento de construir el futuro que queremos, conscientes de que las decisiones actuales moldearán el entorno en el que vivirán las próximas generaciones.

Como dijo Krznaric, el verdadero "nacimiento simbólico del pensamiento a largo plazo" ocurrió cuando un antepasado en el neolítico decidió guardar una semilla en lugar de consumirla. Hoy, estamos llamados a actuar con la misma responsabilidad, cultivando las bases para un futuro más humano y próspero. Este futuro solo será posible si asumimos esta titánica tarea, que exige una ciudadanía activa y una dirigencia política con menos gula y más humanismo de largo plazo


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