La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Columnistas
La pérdida y hallazgo (Cuento navideño)
Y entonces ¿qué hacer con el Niño robado? A esa hora habrían descubierto el robo y la policía estaría buscando al ladrón.
Authored by
Jueves, 19 de Diciembre de 2019

(Tomado de la revista ESCRIBARTE)

El pesebre del barrio lo hicieron este año en el parque de Las Palmeras. Aprovecharon la piedra grande y cóncava para meter allí las imágenes del Nacimiento. 

De las palmeras colgaron estrellas que parpadeaban con la brisa, la cancha de microfútbol la llenaron de ovejas y por el sendero de piedras marchaban los reyes con sus camellos cargados de regalos para los niños pobres.

El día que lo estaban haciendo, yo merodeaba por allí, como ofreciéndome para hacer algún oficio (chino, traiga aquellos ladrillos; muchacho,  acerque el buey;  epa, usted, atolondrado, ayude a colgar el Gloria), pero ¿quién se fija en un muchacho como yo, lleno de hambre y de mugre, y con la camisa rota?

• Mijito, vaya a ver qué consigue para el almuerzo –me había dicho mi mamá esa mañana, dándome la mochila tejida con hilos blancos y negros.

Cuando todos se fueron a almorzar, una idea mala se me vino a la mente. Yo sabía dónde habían puesto al Niño Dios, con su patica levantada, su pañal blanco y sus ojos de cielo. Lo metieron en una caja de cartón, que escondieron detrás de una montaña de papel verde.

Me acerqué a la montaña verde, saqué la caja y tomé al Niño Dios. Lo metí en la mochila y me largué al centro de la ciudad. 

Lo ofrecí en las casas de empeño, pero nadie quiso recibirlo por falta de la factura de propiedad.

   Y entonces ¿qué hacer con el Niño robado? A esa hora habrían descubierto el robo y la policía estaría buscando al ladrón (ese gamín que estaba por ahí dando vueltas), y por las redes sociales ya habrían alertado a todo el mundo.

   ¿Devolverlo? Imposible. ¿Irle con el cuento a mi mamá, y que me ayudara a esconderlo? Ni pensarlo.

  Fue cuando se me ocurrió la idea salvadora: Arrojar el Niño al río, ahora crecido y turbio por el invierno, y que alguna lavandera, de las de río abajo, lo viera y se arrojara al agua a rescatarlo, gritando que el Niño Dios se le había aparecido entre las aguas, aporreado y con moretones en brazos y piernas. 

Con ese pensamiento lo lancé al agua y que fuera con Dios.

   Cuando llegué a la casa, de cartones y de tablas, con la mochila vacía, mi mamá me recibió a preguntas:

• Hijito, ¿supo lo que pasó en el pesebre grande del parque de Las Palmeras?

• No, ma, ¿qué pasó? 

• Se robaron al Niño Dios.

• ¿Y ya supieron quién fue el ladrón? –le pregunté con voz temblorosa.

   Entonces mi madre se me acercó, me miró a los ojos, me abrazó y me dijo llorando: “Vaya, mijo, traiga el Niño, aquí lo esconderemos, le rezaremos la novena y Él nos ayudará a salir de esta miseria”.

gusgomar@hotmail.com

Temas del Día