Mi tío Ángel María Ardila prestó el servicio militar en Bogotá, en la Escuela de artillería, Segunda batería. Su reclutamiento para servirle a la patria se produjo en Las Mercedes, un domingo, a la salida de misa. Un contingente de soldados, salidos de no sé dónde, de las piedras o de los árboles, empezó a perseguir a los muchachos varones “pa´cogerlos p’al cuartel”, decía la gente. Los jóvenes mercedeños corrían por las calles, saltaban cercas, trepaban paredes, y al final caían en manos de los uniformados, que los seguían de cerca.
Cuando regresó del cuartel, el tío nos entretenía a los muchachos volantones del pueblo, contándonos historias, algunas reales, otras inventadas, de lo que era la vida en el cuartel. “La vida castrense es muy difícil –nos decía-. No se dejen agarrar, que eso es hijueputamente duro”. (La palabrota era de él, no mía. Presento excusas por la grosería, a nombre de mi tío).
Por él aprendimos que a los soldados que están de centinelas les toca dormir con un solo ojo.
-¿Con un solo ojo? –le preguntábamos, atónitos.
-Sí –nos respondía, seguro, y añadía: Turnábamos el ojo, por ratos, para que ambos descansaran.
Tiempos después conocí en la ciudad a un ciego que tocaba acordeón en las esquinas. Daba la impresión de que con el ojo tuerto miraba las teclas, y con el bueno cuidaba el sombrero donde le echaban monedas. Viéndolo, yo pensaba: “Este pobre hombre debe dormir a medias: con un solo ojo”.
Pero me llamó poderosamente la atención el caso de una muchacha, que dizque duerme con un solo ojo, teniendo buenos y bellos los dos. Quien me lo contó, y cuyo nombre me pidió mantener en reserva, me dijo que la muchacha es joven, bien parecida, pero caprichosa. Que camina al lado izquierdo de quien va acompañada, porque si va al lado derecho siente mareos, maluquera y ganas de vomitar. Sin embargo, no es izquierdosa en política, sino izquierdosa al caminar. Dice que nunca se casará porque desconfía de los hombres. Tal vez alguno le hizo la judía, y quedó curada para toda la vida. O tiene su romance secreto y no lo divulga. Sus motivos tendrá.
El caso es que –según mi fuente informativa- la muchacha le asigna una noche distinta o una siesta a cada ojo. Dizque vive en un lugar peligroso de la ciudad, rodeada de gatos, y los gatos sólo ronronean, no cuidan. Cierta noche –me cuenta la infidente- se le iba a meter un ratero. La muchacha con su ojo abierto lo sacó corriendo mientras el otro, el dormilón, ni siquiera se despertó.
Los médicos recomiendan dormir siete horas diarias. ¿Será que nuestra chica duerme tres horas y media con uno, y tres horas y media con el otro? ¿Soñará completo o a medias? ¿Leerá con un ojo – dizque es buena lectora- mientras con el otro duerme? En la universidad ¿atenderá a clase con uno, mientras el otro se va por los caminos de la ensoñación? ¿Trasnochará con un solo ojo? Con un solo ojo ¿tendrá dulces sueños o sueños bajitos de dulce?
Me gustaría dormir una noche a su lado, para ver el comportamiento de sus ojos ante el intruso. ¿Se despertarán ambos de la emoción? ¿O acaso dirán, para mi desventura: “Pa’lo que hay que ver, con un ojo basta”?