Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Columnistas
La mala hora de la ruptura
Que a Venezuela han llegado colombianos con prontuario delictivo, es cierto. Son los mismos vinculados a bandas de extorsión, contrabando, narcotràfico, trata de personas y otros delitos.
Authored by
Sábado, 5 de Septiembre de 2015

La tormenta desatada por el Gobierno de Venezuela por su decisiòn unilateral de cerrar la frontera con Colombia, sobre todo en la zona de vecindad entre el departamento Norte Santander y el estado Tàchira no ha pasado todavía, pero ha entrado en una fase de paliativos, lo cual permite pensar en la posibilidad de superar esa ruptura. En el balance de los desplantes del presidente Nicolàs Maduro, quedan como un arrebato desproporcionado, las deportaciones masivas de colombianos sometidos a malos tratos, la negación de derechos y los insultos recurrentes de provocación. Toda una confusión como estrategia de promover apoyos poniendo de carnada cierta xenofobia.

No se debe caer en el extremismo de satanizar a Maduro y su cúpula gobernante por los desplantes y las comprobadas violaciones a los derechos humanos en que han incurrido. Procedieron con ligereza y con visión oscurantista. Se brincaron los principios democráticos, creyendo que el atropello los sacaba de la encrucijada en que parecieran estar atrapados. Tal vez presionados por un oleaje interno con señales de naufragio, se precipitaron a una aventura desatinada. Les salió peor el remedio que la enfermedad.

Que a Venezuela han llegado colombianos con prontuario delictivo, es cierto. Son los mismos vinculados a bandas de extorsión, contrabando, narcotràfico, trata de personas y otros delitos. Estos deben ser judicializados como lo dispone la ley. Pero no se pueden someter a vejámenes a personas que hacen su vida desprovistos de enredos punibles, asì se encuentren en condiciones de indocumentadas.

Venezuela es un Estado soberano y su lucha contra todas las formas de delincuencia es legìtima.  Si el contrabando es uno de sus males, tiene que combatirlo. Si el narcotràfico arruina su seguridad, no puede cruzarse de brazos. No caben concesiones a las bandas criminales, mas hay que identificarlas para no caer en una inútil cacerìa de brujas. Y los países amigos deben ofrecerle cooperación y apoyo en lo correspondiente a su seguridad. Al mismo tiempo debe haber rigor en la identificaciòn de los mismos venezolanos involucrados en andanzas ilícitas.

Como apoyo a las buenas relaciones entre los dos países y para conjurar los demonios de la perturbación hay que construir integración binacional, dejar de lado los prejucios del nacionalismo inamistoso y restablecer los organismos que en otros tiempos contribuyeron a encontrarle salida común a los problemas y a generar reciprocidad en acuerdos básicos. Desde las zonas de frontera esa tarea pueden asumirla los gobiernos locales y regionales, los gremios de la producción, organizaciones sociales y las universidades. Es mucho lo que se puede hacer y las experiencias del pasado demuestran que es posible hacerlo por encima de diferencias que se tengan.

De todas maneras, Colombia y Venezuela son dos naciones que no pueden excluirse. La historia, la geografía, los problemas y las posibilidades los unen irremediablemente. Las rupturas son arrebatos de mala hora, como lo fue el distanciamiento entre Santander y Bolìvar.

Puntada

El homenaje a Miguel Mèndez en la Fiesta del Libro el pasado jueves fue un acto cargado de merecimientos, como su vida y de belleza, como su obra.

Temas del Día