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La golosa, la secreta y otras amiguitas
Mejor dicho: amigos para unas cosas y novios para otras.  Amigos con ciertos derechos, pero sin deberes.
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Lunes, 21 de Septiembre de 2015

Cada día la vida se complica más. Hace algunos años, se celebraba el Día de los novios. Algo se daban ese día para manifestarse su amor. Restaurantes, discotecas, cines, centros comerciales, parques y moteles se llenaban de novios ese día. Era lo lógico: Para algo eran novios.

Pero luego resultaron con el cuento de que existían los amigovios, una categoría intermedia de más que amigos y menos que novios.

Mejor dicho: amigos para unas cosas y novios para otras.  Amigos con ciertos derechos, pero sin deberes. Novios sin compromiso. Sabrosa la cosa.

Con el tiempo los comerciantes, que viven siempre con la chispa encendida, se dieron cuenta de que novios y amigovios no eran suficientes para vender todo el ponche que les había quedado del año anterior. Idearon entonces la fórmula perfecta: Día del amor y la amistad. Así nadie se quedaba por fuera. Amor para los que se amaban y Amistad para los demás.

La fiesta y los regalos eran para todos. Los que se amaban, por ser el día del Amor. Y los que no se amaban, pero algo los unía, por ser el día de la Amistad.

Así las cosas, los novios quedaban en su salsa. Y los no novios, también. De modo que hasta las suegras salieron beneficiadas. Todo el mundo salió ganado, empezando por los comerciantes.

De nuevo, éstos supieron que cada año les quedaba una buena cantidad de ponche, mercancías que no vendieron, dulces que no se comieron, menús que no se probaron.

Entonces dijeron: “Ya está. Inventemos el amigo o la amiga golosa”. Y las gorditas aprovechan el desorden, las que están a dieta se desjuician ese día y los flacos ganan unos kilitos. En las oficinas, en las empresas, en los colegios y universidades, se organizan fiestas donde el regalo que se da, debe ser de tragadera.

No fue suficiente. Había que añadirle a la celebración cierto toque de clandestinidad y de misterio. Vino el jueguito de los papelitos, que cada quien saca con emoción y expectativa, para conocer quién es el amigo secreto, saber a quién habrá que darle algún regalo.

Para que la cosa no resulte muy costosa, se fija un límite: Que el regalo no pase de cien mil pesos, por ejemplo. Amigos y amigas secretos tienen entonces también su oportunidad.  

Pero como hay que mejorar, tengo entendido que ya existe un comité estudiando nuevas estrategias para próximos años, para seguirnos sacando la platica del bolsillo. Así, seguramente aparecerán jueguitos como el del amor secreto (que supuestamente nadie conoce), del amor tinieblo (que se aman en la oscuridad para que nadie los pille), del amante perfecto (ni le falta ni le sobra), del amor imposible (donde ella se hace la que no quiere la cosa y la cosa queriendo), del amor propio, del amor sin esperanza, del amor prohibido, del amor traicionero, el del amor no existe, del mosaico y la mosaica, del amor sinvergüenza, del primer amor y el del amor eterno. Todas las variedades, todas las pintas y todas las desviaciones del amor tendrán su merecido, es decir, su regalito.

Y más tarde vendrán nuevas programaciones: El amor compartido, el de los tríos amorosos, el de los amores en serie y el del trencito. Y como ni los restaurantes ni los moteles son suficientes ese día, alguien propondrá que la fiesta no sea de un solo día sino de varios: La semana del amor. En ella, al estilo de las fiestas de pueblo, cada día se le dedicará  a un amor distinto. ¡Y todos felices!

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