En el plebiscito que se votará este domingo en Colombia los ciudadanos del país vamos a decidir algo que es fundamental para todos. Es escoger entre la vida y la muerte, entre la libertad y la opresión, entre la dignidad y la abyección, entre el oscurantismo y la lucidez, o sea, entre la paz y la guerra.
Ponerse del lado de la prolongación de la confrontación armada es rendirle culto a las violencias que durante tantos años nos han destrozado y degradado. Es también querer mantener a la nación bajo la tiranía de un feudalismo avaro y criminal. Es cerrarle espacios a la democracia para impedir los cambios y así preservar la discriminación, la intolerancia, la ignorancia, la pobreza, la corrupción y el servilismo a la politiquería y a todas las causas que buscan cerrarles oportunidades a los jóvenes y en general a quienes ponen sus esperanzas en un mejor país.
Aunque los fundamentalistas del no dicen que no están en contra de la paz sino de los acuerdos, no hay duda de que su pensamiento está articulado a un belicismo acérrimo, al poder de la fuerza y del revanchismo. Prefieren un Estado totalitario que privilegie la imposición arbitraria y brutal, como lo hizo en Chile Pinochet, o en Argentina Videla y los demás sátrapas que envilecieron a América Latina con regímenes de despiadada barbarie.
Y es que con los acuerdos de La Habana entre el Gobierno y las Farc, resumidos en el Acuerdo Final que firmaron el pasado lunes en Cartagena el presidente Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño, cuya refrendación está remitida al plebiscito de hoy, no solamente se le pone punto final a la acción insurgente. Es el punto de partida hacia cambios que consoliden la democracia con una nueva dinámica de igualdad y de garantía de derechos y libertades que hagan posible erradicar en Colombia los factores de atraso y la exclusión que tiene tantas formas aberrantes de aniquilamiento.
Decir no en el plebiscito de hoy es patear la lonchera, como se dice coloquialmente. Sería hacerle el juego a los violentos y a los que no quieren que haya patria para todos.
Son muchas las razones positivas para votar por el sí. Es poner al país en un rumbo de estabilidad y crear las condiciones para la no repetición de los enfrentamientos armados por el poder. Para que no vuelva el secuestro, ni la extorsión, ni el desplazamiento, ni el despojo de tierras, ni el reclutamiento forzado, ni el financiamiento de la insurgencia con operaciones del narcotráfico. La no repetición debe abarcar así mismo las prácticas viciadas de la política.
La meta a que debe llevar este gran salto del conflicto armado a la paz, es el de la construcción de una nación que esté por encima de odios, mezquindades, abusos y presiones vergonzosas.
Con el sí se le apuesta a una vida con dignidad, que nos merecemos todos.
Puntada
Así como Shimon Perez, de Israel y Yasser Arafat, líder de la resistencia palestina, se abrazaron por la paz, después de sus duros enfrentamientos, también es posible en Colombia dejar atrás el conflicto armado mediante acuerdos de paz con las Farc, el Eln y los remanentes que queden de otros grupos beligerantes o aferrados a la violencia.