De la destrucción casi total del patrimonio arquitectónico de la ciudad sobreviven, apenas, unas cuantas edificaciones, que si no son protegidas por las autoridades municipales y defendidas por la ciudadanía también se perderán.
Me refiero en esta nota a la Casa de Mercado que durante muchos años fue ejemplo de organización en la oferta de productos alimenticios y de artículos relacionados con la canasta familiar en general. En los últimos años se ha desvirtuado casi por completo su objetivo.
Esta edificación fue sede de la Compañía de Jesús, y alojó durante un tiempo al Colegio San José con el mote de “Colegio Viejo” cuando ella quedó abandonada después de la expulsión de los jesuitas y pasó a manos del Estado.
Por suerte, el edificio se ha conservado aceptablemente, y es una de las construcciones patrimoniales que aún subsisten. Por ello es necesario llamar la atención sobre su importancia desde el punto de vista arquitectónico.
Pero, en cuanto se refiere a su utilización como mercado municipal, el asunto es muy lamentable. Se observa con asombro que los locales destinados a la venta de productos del campo van siendo reemplazados por salones de belleza, ventas de ropas, calzado y almacenes de todo género.
En tanto que el interior de la casa se está convirtiendo en un “sanandresito”, los vendedores de frutas, verduras y vegetales en general han tenido que ocupar las calles aledañas llenando las calzadas y andenes de carretas, toldos y puestos informales con la consecuencia obvia del desorden y la inseguridad.
El gobierno municipal debe intervenir de manera decidida en este fenómeno. Y, aunque el mercado sea de propiedad de una sociedad anónima, el servicio es público y, necesariamente, debe ser regulado por la Alcaldía.
En este caso deben tenerse en cuenta varios factores, no simplemente la apariencia estética de la ciudad. En primer lugar, debe apoyarse a los vendedores para que tengan establecimientos cómodos, higiénicos y seguros, ya que existe esa magnífica edificación que, además, los puede proteger de los cambios del clima para que sus negocios no se vean interrumpidos por ellos.
La organización de las ventas es la mejor garantía para su éxito. Si es necesario, el Estado debe otorgar subsidios a los menos pudientes para que puedan establecerse de manera formal.
Igualmente, a los ciudadanos se les debe ofrecer la garantía de pesos y medidas regulados, comodidad y protección para sus compras y, en fin, un ambiente grato tal como existe en ciudades como Santiago de Chile, Madrid o Londres donde los mercados son antiguas construcciones recuperadas para que propios y visitantes puedan comprar y consumir los productos de la tierra en atractivas condiciones.
Conociendo el interés del actual alcalde de Pamplona, doctor Ronald Contreras, de dar un impulso al turismo y a la cultura de la ciudad, le sugiero que atienda este asunto anhelado por muchos pamploneses.