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La bipolaridad social
Una de las bases de las relaciones sociales es el saludo.
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Sábado, 17 de Marzo de 2018

El hombre es un ser con un grado de complejidad tan alto, que muchas veces no alcanzamos a entenderlo. Dicha complejidad aumenta cuando el ser humano que hace parte de un conglomerado social empieza a interactuar con otros. Cuando saludas a alguien, no alcanzas a imaginar que situación particular está viviendo esa persona. Puede estar pasando por una depresión, haber tenido un mal rato o incluso estar enfermo o por el contrario estar feliz y optimista.

Una de las bases de las relaciones sociales es el saludo y lo considero el primer gesto de amabilidad de las personas. Sin embargo en infinidad de ocasiones me he quedado con el saludo en la boca y aunque insistí muchas veces, esperando una respuesta positiva, decliné en algunos casos a seguir haciéndolo porque  puede incluso llegar a convertirse en fastidioso para la otra persona. Debo confesar, que no saludar es muy difícil, pues es lo normal, instintivo y espontáneo, contrario a no hacerlo, que requiere de premeditación y control.

He tenido que reflexionar en muchas ocasiones sobre por qué algunas personas un día te saludan entusiastamente y otro ni te determinan o pasan por tu lado casi tumbándote. Siempre he concluido que tal vez no tuvieron un buen día, pero creo que esa no es una justificación razonable para hacerlo. He revisado algunos casos cercanos y he encontrado aspectos aterrorizantes frente a este particular tema. Pareciera bastante banal, pero esconde una sintomática enfermedad social.

Algunas personas saludan o dejan de hacerlo, no porque su estado de ánimo esté alterado por alguna circunstancia vívida, sino como consecuencia de un mal mayor: el alcohol. Sí, aunque parezca extraño, he podido observar un comportamiento reiterativo en personas con problemas de alcoholismo, que cuando están prendidos, entonados o como quieran llamarlo, te saludan con una locuaz capacidad que logra sorprenderte, pero cuando no, ni te determinan. Esa difícil circunstancia hace que reiteradamente nos llevemos sorpresas, pues no podemos andar con un alcoholímetro en el bolsillo listo para saber si se puede o no saludar a la persona.

Ahora existen otro tipo de circunstancias, que inciden socialmente, como aquellas personas que están viviendo un romance intenso y ven todo color de rosa y al igual que los embriagados en su éxtasis pasional, te saludan emocionados, pero apenas tienen una desavenencia con su pareja, pareciera que uno hubiese tenido la culpa de aquello y paga las consecuencias.

Parece simple, pero las relaciones interpersonales requieren de un mínimo gesto de amabilidad, el cual muchas veces no tenemos, producto de la cantidad de veces que hemos sido objeto de agravios por omisión de algunas personas. Pero no podemos dejar de insistir en saludar, porque eso es lo normal. No caigamos en la trampa, no podemos dejarnos dañar por la terrible enfermedad de algunos que he denominado la bipolaridad social.

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