Cuba y Estados Unidos rompieron sus relaciones en medio de un histórico estrépito. Los radicales desarrollos de la revolución en la isla, a partir de 1959 liderados por Fidel Castro, fueron rechazados radicalmente por el Gobierno norteamericano. Se abrió así un capítulo especial de la Guerra Fría, que ya tenía en extremos opuestos a la gran potencia gringa del capitalismo y sus aliados de todo el mundo, de una parte y a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y los países europeos de su órbita de influencia, de la otra orilla.
En 1960 el resquebrajamiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba tocó fondo con la declaratoria de bloqueo comercial. Quedaba así excluida Cuba de toda forma de intercambio, ayuda o cooperación. Era una especie de muro político para un aislamiento que sobrepasó el medio siglo, con todos los efectos nocivos que ha generado.
El garrote contra Cuba contó con la aprobación de los países latinoamericanos y la expulsión como miembro de la Organización de Estados Americanos no se hizo esperar. Tal acorralamiento buscaba la asfixia del nuevo Estado socialista como para que ningún otro país intentara seguir ese modelo de “oveja descarriada”.
Cuba, de todas maneras, siguió adelante con su revolución y la consolidó. Su estoicismo le ha valido el reconocimiento como nación soberana y hay respeto por su sistema, independientemente de que se compartan o no los principios políticos predominantes.
El tiempo ha obrado en favor de Cuba, hasta el punto de que el Gobierno de Estados Unidos decidió ponerle punto final al rompimiento de las relaciones y restablecer las representaciones diplomáticas como prueba de la distensión. La reapertura de las embajadas en forma bilateral es un paso importante en el camino de salida del embargo, que es una especie de soga opresiva.
El encuentro de hace pocos meses de los presidentes Barak Obama y Raúl Castro, con saludo cordial y ánimo de apertura, confirma que el deshielo político es un hecho con voluntad de reparar las fracturas provocadas por presiones contrarias a las dinámicas de la historia.
Tantos prejuicios propagados no fueron más que ponzoñas intencionales contra la coexistencia que puede mantenerse aún bajo concepciones diferentes sobre el Estado y la sociedad. Enhorabuena se ha reparado esa distorsión y hoy la bandera de Cuba flota libremente en Washington como la de los Estados Unidos estará próximamente desplegada en los aires de La Habana. Esa es la libertad que debe guiar las relaciones de los pueblos.
Puntada
El sancocho de los avales ha permitido conocer el despelote o la crisis que está llevando a los partidos a los más bajos niveles de irresponsabilidad.