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Surgen dudas que generalmente no se resuelven sobre la ingeniería, la corrupción, o la falta de previsión.
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Sábado, 19 de Mayo de 2018

Cada vez que hay una tragedia o un accidente como el que nos preocupa ahora en Hidroituango o la caída del puente en la carretera de Bogotá a Villavicencio surgen dudas que generalmente no se resuelven sobre la ingeniería, la corrupción, o la falta de previsión, pero rara vez se cuestiona la administración o se discute si hay fallas sistémicas que pueden aumentar la probabilidad de que sucedan estos hechos indeseables y perjudiciales. 

La corrupción es indudablemente una variable crítica. Si la firma constructora de los proyectos tuvo que pagar para que se le adjudicara la obra, es posible que no tenga toda la capacidad técnica o administrativa para llevarla a feliz término, y es muy probable que trate de recuperar el costo del soborno ahorrando en materiales o saltándose pasos o etapas en la planeación, diseño o ejecución de la obra. Si de entrada incurrió en un acto violatorio de la ley, no va a tener escrúpulos para tomar otras decisiones éticamente cuestionables. 

Este, sin embargo, no es el único problema de la corrupción. Paradójicamente, la existencia de corrupción o la presunción de que la hay y que se deben tomar medidas para impedirla inducen fallas de diseño en los sistemas de contratación, una mayor rigidez contractual y menos discrecionalidad para el administrador. La posibilidad de que el interventor o el administrador sean corruptos promueve formas de contratos que pueden prevenir la corrupción, pero generan otros problemas y riesgos de ejecución. 

Un excesivo énfasis en evitar situaciones o decisiones susceptibles a ser contaminadas por corrupción puede dar lugar a que estallen problemas por otros lados por no permitir un mayor grado de discrecionalidad del administrador o del interventor. Por ejemplo, si no se prevén situaciones en las que se puede revisar el costo o el plazo de ejecución de la obra, para que los contratistas no intenten ofrecer condiciones excesivamente atractivas de plazo o precio del contrato y después renegociarlas, puede llevar a que el contratista recorte costos y reduzca calidad de obra o se salte pasos causando calamidades posteriormente. 

Esto también se relaciona con la administración del proyecto al interior de la empresa administradora. 

El diseño organizacional de dichas empresas puede tener los mismos efectos que tienen las rigideces y limitación de discrecionalidades que aparecen en los contratos. Si la empresa es democrática y en ella impera la confianza, es posible que los problemas se detecten a tiempo, suba la información oportunamente a los centros de decisión y se tomen medidas antes de que sucedan los desastres. Por el contrario, en empresas excesivamente jerárquicas o autoritarias, los funcionarios tienden a esconder los problemas o a resolverlos inapropiadamente. No llega la información arriba, llega adulterada o solamente se conoce cuando ya ha sucedido el incidente calamitoso. En la administración pública, es más probable que suceda lo que pasa en organizaciones privadas autocráticas, y las agencias de control coadyuvan a que esto pase con su insistencia en ejercer control sobre lo que miden mal, causando veces mayores males que los que intentan prevenir. 

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