El pasado 25 de junio se realizaron las elecciones generales en Guatemala para elegir Presidente, Congreso, Congreso Centroamericano y otros cargos y el resultado fue inesperado, en especial por la derrota de las principales agrupaciones políticas de derecha y una ‘impugnación judicial’ como estrategia de dichas agrupaciones para tratar de invalidar esos resultados y solicitar que sean repetidos. Esta situación ha sido denominada, tanto por el Departamento de Estado norteamericano como por la OEA, como la ‘judicialización del proceso electoral’ señalando además que se debe respetar la voluntad del pueblo. Todo apunta a invalidar la segunda vuelta presidencial que se realizará el 20 de agosto próximo. La Unión Europea igualmente llamó a las instituciones judiciales y los partidos políticos a que “respeten la clara voluntad de los ciudadanos expresada libremente en las elecciones del 25 de junio”.
Guatemala es un país centroamericano con una larga historia de enfrentamientos armados internos y gobiernos autoritarios de derecha –desde cuando en los años 50s del Siglo anterior se derrocó el único gobierno de orientación progresista, el de Jacobo Arbenz- y altos niveles de corrupción política, así como los altos índices de pobreza y de narcotráfico- se llegó a denominar una narco-democracia-. Igualmente este país tiene una incidencia muy alta de migraciones hacia Estados Unidos, como casi todos los centroamericanos y donde las remesas son un componente fundamental de sus ingresos.
El resultado electoral determinó que el Congreso elegido es en mayoría del partido de vocación oficialista Vamos, con 39 congresistas, seguido de la UNE con 28 y Semilla con 23. En la contienda por la elección presidencial el primer lugar lo obtuvo Sandra Torres de la Unidad Nacional de la Esperanza (15,86% de los votos), con segundo lugar del académico Bernardo Arévalo de León (11,77% de los votantes) de la agrupación Semilla, de orientación socialdemócrata y quien logró mayorías en los espacios urbanos y que se convirtió en la verdadera sorpresa electoral. El tercer lugar fue para Manuel Conde del partido oficial, pero a más de 200.000 votos de diferencia del segundo. Había un total de 22 aspirantes presidenciales.
Es importante señalar que la influencia de iglesias evangélicas ha sido muy grande en la política guatemalteca y pioneras en ese sentido (cerca del 45% del electorado) teniendo gran incidencia a finales del Siglo pasado en la elección del general® Efraín Ríos Montt, acusado de violaciones a los derechos humanos y de corrupción y otra cifra similar de población de iglesias católicas, coincidiendo ambas en posiciones muy derechistas en temas como el aborto, el rechazo a la población LGBTI.
El único gobierno progresista que ha tenido Guatemala en los últimos tiempos fue el del socialdemócrata Álvaro Colom (2008-2012) quien había sido un importante partícipe en los procesos de negociación con la guerrilla de la UNRG (Unión Nacional Revolucionaria Guatemalteca) y quién adelantó un gobierno reformista con programas a favor de los agricultores y sectores económicamente más desfavorecidos. De hecho la candidata Sandra Torres era su esposa y ella se divorció para poder ser candidata presidencial, pero esta maniobra no fue avalada por la Corte.
Esperemos se dé la segunda vuelta presidencial y los guatemaltecos impongan su voluntad.