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Ideologización y mediocrización
Son muchos los problemas desde el mismo momento de su arranque.
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Domingo, 1 de Noviembre de 2020

El gobierno de Iván Duque ya tiene el famoso “sol a las espaldas” cuando faltan un poco menos de dos años para culminar su mandato. En las calles se percibe indignación y rabia ante la incapacidad de enfrentar las secuelas económicas y sociales de la pandemia y los rasgos autoritarios de su administración. Las encuestas de opinión, que alcanzaron a mostrar un repunte al inicio de la pandemia, regresaron a cifras bastante negativas.

Son muchos los problemas desde el mismo momento de su arranque. La sombra permanente y nociva del ex senador Uribe, jefe indiscutible del Centro Democrático, la ausencia de grandes propósitos en el cuatrienio, la obsesión gubernamental por mantener al país en los mismos debates del plebiscito por La Paz, son solo algunos de los elementos que contribuyen al desgaste de la figura presidencial. Pero más allá de esas circunstancias, de la estrategia y las decisiones políticas de la administración, hay un problema de fondo en el gobierno. Una ideologización extrema al momento de adoptar políticas públicas y la mediocridad total de la administración y sus funcionarios. 

Que los grandes logros en dos años de gobierno sean iniciativas constitucionales y legales como la imposición de la cadena perpetua, las objeciones a la JEP y las restricciones policivas al consumo de marihuana en espacios públicos, demuestran el alto componente ideológico del gobierno. Para no mencionar su actitud refractaria al diálogo, la estigmatización de la protesta social y la indolencia frente al crecimiento de los asesinatos de líderes sociales y las masacres. La excesiva ideologización de los gobiernos, como se ve en los casos de Trump y Bolsonaro, o de Maduro y Ortega, es incompatible con la eficacia en los resultados para una ciudadanía que espera soluciones y no grandes debates ideológicos.

Y si añadimos a esa inconveniente ideologización, la mediocrizacion de la función pública, se llega a los resultados que tenemos. Hoy vemos en altos cargos públicos del estado una devaluación de trayectoria y méritos sin antecedentes. Funcionarios sin ninguna experiencia en sus áreas, improvisación en la ejecución de políticas públicas, desconocimiento de la realidad del país.

Los hechos de las últimas semanas confirman esa ideologización y mediocrización del estado en la era Duque. Ante la incapacidad del gobierno de dialogar con los indígenas, La Minga se desplaza a Bogotá, por primera vez en la última década, de manera multitudinaria y pacífica. El gobierno en lugar de dialogar con ellos, decide estigmatizar la movilización y señalar una supuesta infiltración del ELN y las disidencias que no existió, y remata su absurdo manejo de la protesta con la huida del jefe de estado y del comisionado de paz de Bogotá, para evitar el encuentro con las autoridades indígenas. Prefieren irse a Chocó y el Cauca, donde nadie los llamaba, que quedarse en la capital para atender a los marchantes. El regreso prudente de los indígenas a sus territorios evitó mayores líos. 

Y el caso de la moción de censura contra el ministro de Defensa es otra muestra más de esa ideologización extrema con la que el gobierno maneja sus asuntos. Para no afrontar nuevos debates resolvieron, por una proposición de sus mayorías en el Senado, reemplazar el artículo 135 de la Constitución Nacional, de manera torpe, arrogante e ilegal. Decidieron imponer un nuevo procedimiento de moción de censura, por fuera de la Constitución, en una actitud sin precedentes en el país. Ni siquiera en el gobierno de Uribe se les ocurrió. Convirtieron el Congreso de Colombia en una versión mejorada de la Asamblea Constituyente de Maduro en Venezuela. Duque y Maduro, dos versiones distintas y cada vez más cercanas, de cómo la ideologización combinada con la mediocridad, producen daños irreparables a la democracia. Desde la izquierda y la derecha por igual. Muy parecidos.

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