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Gramalote, el pueblo de los molinos de viento
Motivar a los turistas a que visiten a Gramalote.
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Jueves, 21 de Julio de 2022

Me escribe una amiga desde España para decirme que el título de mi reciente libro bien pude servir como slogan para motivar a los turistas a que visiten a Gramalote. Le respondo que eso no depende de mí sino de la alcaldía y de las autoridades departamentales y de todos quienes tengan que ver con la promoción turística de nuestros pueblos.

“Cuando llegué al nuevo Gramalote me sentí en Castilla, España. O en los parajes de La Mancha, donde don Quijote, montado en Rocinante, se enfrentaba a los molinos de viento. Porque en este bello pueblo, acabadito de nacer, también hay molinos de viento, modernos y de colores, moviéndose al vaivén de la brisa, que aquí corre juguetona, transparente e incontaminada, por las calles anchas y casi que sin estrenar”

En el mismo sentido me llama otro amigo, gramalotero de pura cepa, para darme las gracias por escribir sobre el nuevo Gramalote, y para proponerme que le haga un lanzamiento al libro en el parque del pueblo, con fanfarria, chicha y pólvora y presencia de mucho gramalotero de nacimiento y de corazón, que quieran acompañarnos. Le digo, de igual manera, que eso es decisión de los gramaloteros y de las autoridades municipales, pero que la idea me parece genial.

“Yo no conozco a España, pero en Gramalote sentí una ráfaga cervantina, que nunca había sentido. Además, el paisaje, la moderna arquitectura, las casas de teja, el sol de la tarde jugando en las montañas y, sobre todo, la amabilidad de sus gentes y la tranquilidad que les rebosa el alma, me cautivaron por entero en este nuevo Gramalote”.

El libro consta de veinticuatro relatos de diferentes pueblos nortesantandereanos, sobre hechos, personajes, un poco de historia y mucho de ficción, pero escrito con el amor que le profeso a todas las regiones de mi departamento, y con el ánimo de aportar algo al conocimiento de nuestros pueblos. De Gramalote, para los gramaloteros. De Salazar, para los salazareños. De  Pamplona, para los pamploneses. De Ocaña, para los ocañeros. De La Playa de Belén, para los playeros. De Convención, para los convencionistas. De Sardinata y Las Mercedes y Bucarasica, para sardinateros, mercedeños y bucarasiqueños. De Chinácota, para los chinacotenses. Y de Cúcuta, para los cucuteños.  Es decir, un libro escrito por un nortesantandereano para los nortesantandereanos.

 Entonces me reclamaron el amigo de Durania, y la que fue compañera de estudios, de Chitagá, y el maestro de Mutiscua y el compañero de Arboledas, por no incluirlos en el libro. Me comprometí con ellos y conmigo a publicar otro libro con relatos de pueblos que faltan. Nuestra riqueza cultural es tanta, que da para varios tomos.

“Es un libro que nos invita a reencontrarnos con nuestro pasado, con nuestra historia y nuestras raíces. Tal vez con recuerdos que yacían sepultados en los cementerios del olvido, y cuyos restos están ahí a la espera de una mano amiga que vaya a rescatarlos”. Eso dice en la contraportada del libro.  

“La raza gramalotera es admirable. Ellos no se detienen en el pasado a llorar sus desgracias, sino que avanzan, con la seguridad de que el futuro les pertenece. Los gramaloteros están regados por todo el mundo, pero desde donde estén se mantienen unidos en la fe y en el amor por su terruño”.

Gramalote es un pueblo andante. Nació en otra parte, se llamó Caldederos, después fue Galindo y luego avanzó para ser Gramalote. Ahora es el nuevo Gramalote, hermoso y atractivo. Pero el corazón de sus gentes sigue siendo el mismo: ancho, cordial y generoso.

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