Alguna vez escribió García Márquez que en vez de guerras mundiales, los problemas entre los países deberían resolverse en un partido de fútbol.
Sería interesante, añado yo, asistir a un partido entre Rusia y Estados Unidos, por ejemplo; o a un encuentro de waterpolo entre Colombia y Nicaragua; o a un clásico entre Inglaterra y Argentina.
Lo difícil sería lograr que el perdedor acepte la derrota, sin acudir a las trompadas ni a los mordiscos.
Copiándole la idea a Gabo, en este aniversario de su muerte, yo propongo que el problema entre las Farc y el país se arregle, por las buenas, en un partido amistoso de fútbol, en cancha neutral, que no podría ser en La Habana, ni en Caracas.
Gabo no sabía mucho de fútbol, y, en general, parece que no era amigo de ningún deporte. Muy pocas veces, por no decir que ninguna, fue a un estadio. En cambio sí iba a las peleas de gallos en los pueblos de la costa. Pero de un gallo saraviado a un futbolista negro hay mucha diferencia.
Yo, en cambio, tampoco sé de fútbol, pero con mi mujer no nos perdemos partido de la Liga de campeones, la champions. Y roncamos de lo lindo frente al televisor.
No sé mucho de fútbol, digo, pero tengo la asesoría de Germán ‘Burrito’ González, que me lleva de la mano por los sudorosos caminos de los taquitos y las gambetas y los cabezazos. Y he gastado una fortuna en balones y uniformes para mis dos hijos varones, con la esperanza de que algún día saldremos de pobres. ¡Por lo visto, seguiremos siendo pobres!
Mi propuesta va en serio. No más tiempo perdido en conversaciones que no nos llevan a ninguna parte. No más millones dilapidados por los negociadores en otros países. No más promesas incumplidas.
Hagamos una alineación de verdad patriótica, donde los nuestros suden la camiseta y la metan toda para derrotar definitivamente a los terroristas. El capitán sería el presidente Santos, pero ¡ojo con él! que le pueden hacer goles por debajo de las piernas, el túnel que llaman.
Y en eso los contrarios son expertos.
El número 10 sería el presidente Uribe con buenos delanteros como Andrés Pastrana y el Procurador Ordóñez. Como el equipo sería mixto, ahí podríamos alinear a Marta Lucía, para que le haga peso a Piedad Córdoba que jugaría, como siempre ha jugado, en el equipo contrario.
Nuestro director técnico sería el Ministro de Defensa, con la asistencia del general Naranjo y en la banca estaría Vargas Lleras esperando que el capitán le dé un chancecito.
El Fiscal Montealegre no jugaría pues su misión es darle aliento y respiración boca a boca a Santos, cada vez que a éste se le acabe el aire.
La alineación enemiga estaría codirigida por Maduro y Raúl Castro, y en ella estarían Timochenko, Iván Márquez y Simón Trinidad, con la asesoría del alcalde Petro, Cepeda y Granda. La Holandesa haría de aguatera.
El árbitro, sin lugar a dudas, sería el Papa Francisco, que sabe de fútbol y no se deja engañar fácilmente con las jugadas fraudulentas y truquitos de las Farc.
Estoy seguro de que los colombianos todos estarán de acuerdo conmigo en que ésta es la mejor manera de zanjar, de una vez por todas, las diferencias que nos distancian. Eso sí, las entradas y salidas del estadio deben estar muy bien custodiadas, para que una vez terminado el partido, no se nos escapen los guerrilleros. Porque es la oportunidad de meterlos a todos a la guandoca.