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Fumigación jamás
¿Qué opciones tuvieron y qué hicieron los campesinos de regiones como el Catatumbo ante estos cambios?
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Sábado, 3 de Abril de 2021

Da pena decirlo, pero la coca es el cultivo más importe de Norte de Santander. Mal contadas, hay 45.000 hectáreas, seguidas por 26.000 de palma y 24.000 de café. Nunca antes en la historia del Departamento un cultivo alcanzó semejante extensión. Ahora que el Departamento de Estado norteamericano y el Gobierno Nacional insisten en reanudar la fumigación aérea con glifosato hay que pensar en lo que esto significa.

Miles de familias nortesantandereanas siembran coca en pequeñas parcelas. Campesinos comunes y corrientes, victimizados y desarmados, pero ferozmente estigmatizados como cocaleros. Gente que han sufrido todas las violencias del siglo XX y lo que va éste. Igual que en otras zonas aisladas afectadas por la coca, su producción agropecuaria está afectada por sobrecostos que se hicieron insostenibles desde los años noventa, cuando se decidió la apertura del mercado nacional a la producción agrícola mundial, y se enfrentó a los campesinos colombianos con los productores agropecuarios de países como China, Canadá, Brasil y Chile.

Algunos pocos pudieron adaptarse a las nuevas condiciones y soportaron la competencia. Otros, los que no conocían el SENA, los que apenas tenían acceso a la educación primaria, los que no tenían carreteras sino trochas, no aguantaron y perdieron. Los campesinos del Catatumbo hicieron parte de este grupo perdedor.

También en los noventa se aceleró el desarrollo de los canales de comercialización nacionales ycrecieron los supermercados basados en grandes redes de distribución que traían a Cúcuta y Ocaña las frutas y las hortalizas del Valle del Cauca, Boyacá, Antioquia y la Sabana de Bogotá, donde había producción tecnificada y competitiva.

¿Qué opciones tuvieron y qué hicieron los campesinos de regiones como el Catatumbo ante estos cambios? Algunos se fueron a malvivir como pobres urbanos en Cúcuta y Ocaña. Otros se quedaron en sus parcelas sembrando coca, porque la piña, el café, la yuca, el maíz, el fríjol, la cebolla que producían antes de 1990, se comenzó a pagar por debajo de sus costos de producción y comercialización.Amiles de familias campesinas pobres que siembran las 45.000 hectáreas de coca de Norte de Santander, ese cultivo ilegal les permite a duras penas vivir del campo.

Ninguna se ha enriquecido, pero al menos tienen acceso a bienes de consumo básico.
Son las familias que se habría beneficiado del cuarto punto del Acuerdo de Paz firmado en 2016, que el actual Gobierno Nacional decidió incumplir. Esa es la gente que protesta cuando le erradican forzosamente la coca y a la que aterroriza la fumigación aérea con glifosato.Casi todos ellos firmaron acuerdos de sustitución voluntaria con el Gobierno Nacional para recibir asistencia técnica y dinero. A casi todos se les incumplió, porque el Gobierno se autocomplace exhibiendo mano dura con los más pobres.

Son familias que necesitan mucha ayuda estatal para dejar de sembrar coca, porque no tendrían éxito empresarial con otros productos si antes no se mitigan las condiciones que los arruinaron desde los noventa, lo que incluye la revisión del libre comercio agropecuario. Si se insiste en erradicarles forzosamente, se forzará también su desplazamiento. 
Como nortesantandereano, busco un gobiernoque combata la coca con la opción de la sustitución voluntaria, es decir, apoyo económico y asistencia técnica, en lugar de erradicación con glifosato, método más caro que solo traerá desplazamiento, enfermedad y miseria.
 

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