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Estado nacional y ciudad metropolitana
Varios países están ajustando su institucionalidad a esta nueva realidad.
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Sábado, 18 de Marzo de 2023

Impacta como por estas tierras del "cambio" no apreciamos lo mucho que ha evolucionado la sociedad humana y los tiempos inéditos que estamos viviendo. Estamos alienados.

Lo más destacable es el exponencial crecimiento poblacional en los dos últimos siglos y especialmente apartir de la mitad del siglo XX. Y ese impactante crecimiento de seres humanos además de la creciente productividad agrícola lograda gracias a la tecnología, han llevado al fenómeno del creciente asentamiento de población en las ciudades, conocido como urbanización. Hoy vive más gente en las ciudades que en el campo por primera vez en la historia de la sociedad humana, haciendo a las ciudades el núcleo de lo bueno y lo malo en el mundo de hoy. La ciudad es por definición un lugar de impacto social.

El crecimiento poblacional ha llevado al macrocrecimiento del espacio urbano, con el subsiguiente impacto ambiental y social. A su vez el crecimiento del espacio urbano también ha llevado a que núcleos urbanos de ciudades adyacentes se interconecten llevando a otro fenómeno de alto impacto: la metropolitanización. Por primera vezel mundo es metropolitano.

El estado nación surge en Occidente como respuesta al surgimiento de los burgos (ciudades) de hombres libres no condenados por servidumbre feudal, que se convierten en motores de riqueza. La tensión entre burgos y feudos de señores de la guerra extractores de renta, evolucionó con esos burgos creando riqueza y los señores feudales endeudándose. La expansión del paradigma que significó el mundo urbano no feudal necesitaba crear mercados “libres” que pudieran consolidarse, alcanzando el clímax en la revolución industrial. La base ideológica del estado nacional occidental salió de la revolución francesa, y juntas, requerían una centralidad organizada que consolidara una región-mercado. Organizar un mundo rural lo exigía.

El centralismo con que surgió el estado nacional evolucionó en el mundo desarrollado hacia la descentralización, el estado parlamentario y el estado federal. Hoy el creciente metropolitanismo hace cada vez menos racional el centralismo del estado nacional. En un país con la geografía aislante de Colombia, las áreas metropolitanas de las principales ciudades del país se convierten en especies de ciudades estado con un desarrollo trunco por un centralismo asfixiante proveniente de un poder ejecutivo imperial y macrodesarrollado, con controles muy débiles.El estado de corte colectivista y su alter ego, el socialismo arcaico, es el culmen del centralismo y la destrucción de la libertad llevándolo hasta el estado policial y/o mafioso, el escalón más alto de economía extractiva.

Varios países están ajustando su institucionalidad a esta nueva realidad. Ciudades metropolitanas poderosas y cercanas forman regiones metropolitanas que son un verdadero contrapeso al poder centralista nacional, siendo el mejor ejemplo el poderoso eje Boston-Nueva York-Washington en los Estados Unidos. El centralismo creciente impide que lo mismo pueda replicarse, guardando la escala, en la región caribe con el eje Santa Marta-Barranquilla-Cartagena y en cambio las convierten en tres polos sin coherencia planificadora. Igual podría decirse del eje Manizales-Pereira-Armenia y, como el ejemplo más patético del centralismo binacional, el subdesarrollo de las áreas metropolitanas de Cúcuta y San Cristóbal.

La metropolitanización es el fenómeno nuevo y más destacado del mundo actualy la tensión entre estas y un estado nacional centralista crecerá hasta que aquellas se sometan o este se descentralice. Sería interesante oír debates de este perfil en la próxima campaña para elecciones regionales, pero todo girará en impulsar más centralismo progresista.Más estado y menos sociedad es la receta centralista.

El centralismo produce que cada cuatro años los municipios metropolitanos se desangren en su individualización “política” buscando el favor del gobierno central impulsando cada vez un mayor centralismo que alimente la espiral involutiva que evite el desarrollo. Por eso hoy vivimos en el discurso de los años 60 mientras el resto del mundo avanza raudo al desarrollo sostenible: avanzan hacia el futuro. Y se preparan para el estancamiento y reducción de la población, la nueva realidad; aquí ni lo discutimos.

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