La contratación pública se ha convertido en nuestro medio en un verdadero carrusel de la corrupción, que merece el mas decidido repudio.
La Misión de Observación Electoral (MOE) ha hecho un juicioso examen de la manera como la mayoría de los contratistas del Estado buscan por su cuenta a los candidatos con mayor opción a gobernaciones y alcaldías, así como a las diferentes corporaciones públicas, para ofrecerles dinero en la financiación de las campañas, con la esperanza de que esas donaciones después les sean retribuidas en contratos de obra pública o de prestación de servicios.
Eso es lo que podríamos llamar el ‘tome y dame’ en donde de paso se comprometen los presupuestos públicos, no solo para saciar el apetito de dinero de los contratistas, sino también el de los ordenadores del gasto, pues la tajada va en doble sentido.
Según el estudio de esa organización, se calcula que la rentabilidad por aportes a las campañas políticas puede llegar hasta el 3.741%, lo que lo convierte en el mas desproporcionado y aberrante negocio, todo a costa del contribuyente a quien cada rato se le notifica de una nueva alza en los impuestos, para poder atender el requerimiento de los presupuestos públicos.
Esa misma organización, dice que la rentabilidad por aportar a una campaña, puede arrojar una cifra equivalente a 39 veces el valor donado.
Este panorama, no es otra cosa que el reflejo de una democracia de mentiras, en donde el dinero prima sobre cualquier otro presupuesto que debe reinar, en lo que debería ser, el noble ejercicio de elección para la conformación de la representación popular.
Un verdadero estatuto anticorrupción, debería contemplar todos esos posibles abusos, de tal manera que a través de normas claras fuera posible aplicar sanciones ejemplarizantes a todos esos traficantes de la política, que no hacen sino aprovecharse desvergonzadamente del sistema democrático para enriquecerse ilícitamente de la manera mas descarada y oprobiosa.
Tenemos un sector público en entredicho, pero un sector privado que no se comporta con altura y honradez, y accede a toda clase de corruptelas con tal de alcanzar el objetivo de sus negocios.
El carácter y la entereza para denunciar se ha acabado, y corresponde a una Justicia fuerte y con herramientas idóneas, corregir estos desastrosos y lamentables errores.