Para el imperio de la democracia es conveniente que exista oposición al gobierno y, afortunadamente, en Colombia se adoptó el estatuto que la garantiza y regula. La oposición política la ejercen los partidos y grupos que representan a la ciudadanía en sus diversas expresiones, y sus voceros son los que principalmente la deben ejercer en las decisiones y debates del Congreso.
El Presidente Iván Duque va a afrontar la crítica de los partidos que se declaren como opositores, y estoy seguro de que lo hará con probidad. No acudirá al recurso perverso de comprar la lealtad de los congresistas como se hizo recientemente.
Sin embargo, contra el nuevo Mandatario hay una arremetida de periodistas y columnistas que escarban en todos sus actos para atacarlo por algún error o una inconsistencia, o esgrimen peregrinas teorías para demostrar sus desaciertos. Esa conducta es efecto de la desilusión por el triunfo de quien se opuso al anterior gobierno que, no sabemos de qué maneras, halagó constantemente a medios de comunicación.
Sobre el nombramiento de altos funcionarios se ataca al Presidente porque algunos provienen de gremios productivos, pero se calla que su escogencia no fue por imposiciones para satisfacer intereses políticos y de negocios como se hizo antes. Pocas veces ha habido un equipo con la preparación y la rectitud comprobada de quienes integran el nuevo gobierno, y con una participación femenina inusitada.
Como ya no pueden seguir con la cantaleta de que Iván Duque es el títere de Uribe, anuncian con voz en cuello que el Centro Democrático está dividido; sugieren que hay un desacuerdo con su Jefe, y dudan de que pueda lograr la aprobación de sus proyectos.
Suponen que el Mandatario maneja entre telones, como el anterior Presidente, las decisiones del Congreso, y desoyen su afirmación de que las relaciones con el Parlamento serán transparentes y respetuosas. En algunos casos lo acusan de estar de acuerdo con afirmaciones incómodas de miembros del Centro Democrático, y en otros aseguran que se rompieron sus relaciones.
No quiero enumerar los esfuerzos que hacen varios comunicadores para desprestigiar al gobierno, como María Jimena Dussán en Semana en Vivo y en su columna semanal; o los periodistas de la WRADIO en sus diarias emisiones; o los innumerables columnistas de El Tiempo, El Espectador, Semana y varios periódicos de provincia, sólo para mencionar algunos casos.
Llamo la atención sobre lo siguiente: La Oposición Política es un instrumento de la democracia que tiene sus normas, su ámbito de acción y sus protagonistas. Ella ejerce el control sobre las autoridades gubernamentales para que no sobrepasen sus competencias y se denuncien las arbitrariedades. El Gobierno está en obligación de atenderlas, pero también tiene el derecho de defenderse en las instancias correspondientes.
En cambio, la acción malintencionada de algunos medios de comunicación no tiene reglas: Producir noticias imprecisas; denunciar supuestas torcidas intenciones; silenciar hechos positivos; lanzar opiniones adversas; entrevistar insistentemente a los contradictores, etc. son instrumentos ambiguos con los que se expresa la desilusión encubierta de quienes se sienten derrotados.