Los colombianos solemos ser nuestros más severos críticos y, frecuentemente, quienes se sienten depositarios de la verdad hacen comparaciones odiosas con otros países.
Sobre la actual campaña electoral, muchos han afirmado que los candidatos no presentan propuestas serias; que son demasiados los aspirantes; que se extinguieron los partidos políticos; que ha habido demasiados debates; que las campañas se han agredido gravemente, etc.
Creo, por el contrario, que pocas veces ha habido en Colombia una contienda electoral con tantas propuestas desde distintas posiciones doctrinarias; que hay un número razonable de aspirantes dotados, en su mayor parte, de excelentes condiciones personales; que varios partidos políticos, desde el Centro Democrático hasta las Farc, están en la contienda.
Un director de noticias llegó a afirmar que en “un país serio” no tendría tantos debates, cuando, en lugar, es sano para la nación conocer mejor a sus candidatos por ese medio. Además, en las discusiones hemos visto políticos bien preparados y con actitudes ponderadas.
Iván Duque es, en mi opinión, el mejor candidato. Tiene la mayor formación académica; se destacó en el Senado como el primer parlamentario en dos oportunidades; se desempeñó tanto en Colombia como en organismos internacionales con éxito, especialmente en el campo económico; es escritor de varios interesantes libros.
Su nominación fue el fruto de una larga contienda en la que empezó como uno de los cinco candidatos del Centro Democrático y, luego, en una amplia coalición de partidos fue elegido en una consulta popular abierta.
Se le critica que aun es muy joven y que no tiene experiencia en el gobierno. Recordemos que uno de los grandes líderes del partido liberal en el siglo XX, Alfonso López Pumarejo, fue elegido Presidente por primera vez a los 48 años de edad en 1934, y su experiencia en el servicio público había sido la de diputado a la Asamblea del Tolima y Representante a la Cámara.
En las toldas conservadoras, Carlos E. Restrepo llegó a la Presidencia a los 43 años de edad en 1910, y su experiencia política había sido la de un año como Representante a la Cámara.
Se podrían citar numerosos ejemplos similares, pero lo principal es registrar varios hechos para considerarlo como el mejor dotado para gobernar a Colombia. En primer lugar, su liderazgo y conocimiento del país demostrados a lo largo de la campaña. Además, la compañía en la fórmula presidencial de una líder de gran experiencia y pulcritud como Martha Lucía Ramírez, elegida también en la misma consulta popular.
Su programa está fundado en tres columnas sobre las cuales va a construir el futuro: La legalidad, es decir, tener como guía la ley para cumplirla y hacerla cumplir. La equidad como principio rector de los actos de gobierno. Y el emprendimiento como recurso ciudadano que debe apoyar el Estado.
De ahí se desprende su realista propuesta de gobierno, que será apoyada por una bancada parlamentaria sólida conformada por los partidos que comparten su ideario. Este es el más coherente de los proyectos políticos puestos a consideración de los colombianos.
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