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El papa en el baño
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Domingo, 30 de Abril de 2017

Las noticias transcendentales en estos momentos en Colombia  – mes de abril de 2017 – para los que nos lean dentro de unos años -  son: la corrupción general  - todo el mundo, en especial en el gobierno, está robando desaforadamente -, los acuerdos de Santos con las Farc para cambiar paz por leyes, instituciones e impunidad, y la represión sanguinaria del dictador Nicolás Maduro contra el pueblo inconforme en Venezuela. Pero estas noticias atosigan. Hasta en la sopa encuentra uno los mismos temas: corrupción, dictadura y paz. 

Por ello, hastiados, preferimos a veces hablar de cosas intrascendentes, para darnos un respiro, o hasta un solaz. Y es por ello que traigo a colación que el sábado 25 de marzo, en Milán, el papa Francisco se bajó del papamóvil, y se metió a un baño químico – baño público – e hizo sus necesidades. De pronto no fueron muchas porque se demoró muy poco. 

Por supuesto que no hubo escándalo pues no había razón para ello, pero si sorpresa, ya que ningún romano pontífice ha tenido salidas de ese tono, muy propios de la sencillez y la humildad de Francisco. Cuando más, en cuanto a tales curiosidades, se conocía de los últimos papas, que Juan XXIII parecía una chimenea fumando. 

Me puse a cavilar cuál hubiera sido la reacción de ciertas señoras al saber que el papa también orina. Por ejemplo, Ana Celia Rolón, una prima segunda, a quien se le apareció la Virgen en una piedrita y le reprochaba  a uno el no verla porque de seguro estaba en pecado mortal,  se habría escandalizado. Para mi tía Julia Torrado todo ello serían mentiras de la prensa porque el Santo Padre es precisamente eso, un santo. Ofelia López, la esposa de un tío, también habría rechazado el acto humano del sucesor de Pedro porque por algo era llamado así, distinto a los demás mortales. En fin, para aquellas piadosas mujeres, a las que despectivamente llaman beatas, algo como que el Sumo Pontífice se abra la sotana y haga chichí no cabría dentro de ningún concepto; eso es imposible, sostendrían tercamente.  

Mi madre sí  lo hubiera aceptado como muy normal, y habría dicho, con su natural desparpajo, que nada tenía de raro pues se trataba de un hombre como cualquiera.   

Otra señora, también fresca – como dicen hoy los jóvenes-, habría ido más lejos en su apreciación y de seguro apelaría al adagio antiguo: santo que caga y mea, ni el diablo que se la crea. 

Vean ustedes a donde lo llevan a uno las noticias trilladas: a buscar un escape, aunque sea a costa de un ordinario acto fisiológico de alguien que simplemente no se aguanta las ganas y lo hace en público. Con la diferencia, claro está, que ese alguien es nada menos que el papa. Bueno… y que no lo hace tan en público sino en un recinto privado ubicado en la calle. Amén. 

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