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El impresentable
Podríamos decir que, en ocasiones, un estadista es un impresentable con una idea clara contraria a la de la mayoría.
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Viernes, 18 de Septiembre de 2020

Pasada la Convención Republicana que eligió a Donald Trump como su candidato para un nuevo período, la prensa nacional y extranjera masivamente se derramaron en insultos y maldiciones contra El Impresentable. Y en verdad el personaje si tiene rasgos de eso, pero también es verdad que usualmente las mayorías sufren de manipulación, lo que ha permitido errores históricos como elegir a Chávez o nombrar zar a Putin.

Los grandes creadores de imperios y países, en su mayoría, eran impresentables. Solo un ejemplo. El zar ruso Pedro el Grande, el creador de la gran Rusia y fundador de la joya urbana de San Petersburgo era un total impresentable: bebedor, matón (mató hasta a su hijo), antirreligioso y patán. Pero entendió que el camino que llevaba Rusia cuando él llegó, de ser cada vez más mongola, con un centro, Moscú, manejado por curas y abogados, no era el indicado, y debía voltear su mirada a Occidente. El Impresentable tenía una idea correcta, y por eso hoy sigue siendo un gran referente.

Podríamos decir que, en ocasiones, un estadista es un Impresentable con una idea clara contraria a la de la mayoría. Y creo que eso puede ser Donald Trump, en total contraste con un experto en ser presentable como Barack Obama, con una amorosa esposa, de la que se iba a separar porque el presentable Barack no la quiso apoyar en su intención política. Lo que había en el fondo era un acuerdo para “parecer” presentables, pero eso les gusta a las mayorías: forma, no fondo; discurso, no ejecutorias.

En un interesante ensayo, “El Fin de la Ilusión Estadounidense”, la investigadora Nadia Schadlow muestra como la política exterior de Washington ha desarrollado una gigantesca burocracia que basa sus decisiones en la ilusión de un mundo convergente: “A medida que el siglo XX llegaba a su fin […] Se formó un consenso que una convergencia hacia la democracia liberal, llevaría a un orden político internacional estable”, con “solución pacífica de conflictos y de lograr mayor dignidad y esperanza para las gentes del mundo”, como dijo Bill Clinton. En ese marco se autorizó a China a entrar a la Organización Mundial de Comercio, porque eso le permitiría converger. Pero China no quería converger, quería utilizar los mecanismos liberales del libre comercio para posicionarse económica y militarmente, lo que logró, convirtiéndose hoy en un riesgo mayor. La otra ilusión era que los problemas se arreglaban con multilateralismo, pero los organismos multilaterales se burocratizaron y fueron cooptados por los contrarios a las ideas liberales. Ejemplos hay muchos, el último de ellos, el manejo de la pandemia del Covid-19 por la Organización Mundial de la Salud. El mundo no es una ilusión, sino una realidad, y no la habitan ángeles sino seres humanos competitivos.

John Kennedy, contrario a lo que había planteado su antecesor Eisenhower se involucró en Vietnam siguiendo la idea medio misionera de defender a todos del demonio comunista; Ike había dicho que solo se debía intervenir militarmente en sitios que realmente fueran un riesgo real de seguridad nacional de Estados Unidos. Mucho iba de un excomandante de lancha torpedera al excomandante general de las tropas aliadas en Europa: claridad geopolítica.

Se acabó la guerra fría, el mundo ya no tiene centro en el Atlántico y el mundo multilateral de posguerra es un fracaso. Eso parece que lo entiende El Impresentable Trump mientras Biden sigue con su cabeza en la guerra fría, como la mayoría. Y como lo registro el autor el ensayo de “las virtudes de una estrategia confrontacional con China”: “[…] tener una estrategia fundamentalmente correcta pero pobremente implementada (bajo Trump), es mejor que tener una estrategia bien implementada pero ambigua (bajo Obama)”. Asia teme que gane Biden y vuelva el apaciguamiento con China, y eso debíamos y temer nosotros en Latinoamérica: que vuelva el show cubano.  

 

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