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El Estado laico
Hay que volver por la esencia del Estado laico, que fue la solución de las guerras de religión europea.
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Miércoles, 16 de Mayo de 2018

La vaca vieja no olvida el portillo, dice un adagio popular. Uno lee las sentencias de la Corte Constitucional y en ellas encuentra las nostalgias por la Constitución de 1886 y sus advocaciones católicas. Viene borrando poco a poco los recuerdos, con cierta timidez para ir aceptando el Estado laico de la Constitución de 1991. Por ejemplo, la timidez con la cual impidió la exaltación del municipio de La Estrella como Ciudad Santuario, o las insulsas e innecesarias declaraciones de la Ley 133 de 1994, explicando que el Estado no es ateo, agnóstico o indiferente a los sentimientos religiosos de los colombianos, u otras perlas, como la sentencia T-200 de 1995 que revive sus nostalgias diciendo que si el Estado no asume posiciones a favor de confesiones determinadas, tampoco desdeña las creencias de los colombianos a las cuales respeta y hace respetar, o las confusiones de la sentencia C-817 en las que termina aceptando un neutralismo, pero militante. 

De tal manera que con el suceso del carcelazo del exguerrillero Jesús Santrich, católico en su niñez y marxista de viejo, trasladado de la Picota a la Fundación de la Pastoral Penitenciaria, por razones humanitarias, lo que nos revela es que todas las vacas viejas del establecimiento no han olvidado el portillo.

No ha olvidado el portillo la Conferencia Episcopal.  No ha olvidado el portillo el Gobierno del señor presidente Santos. No han olvidado el portillo las fuerzas paramilitares de las Farc-ep y las otras. No ha olvidado el portillo la justicia en todas sus variedades, ni las misiones electorales de carácter internacional vinculado al proceso de paz y mucho menos ha olvidado el portillo el amigo Santrich.

Y es que, es difícil reprocharles el olvido, cuando todos a una, han oído desde la más tierna infancia las campanas convocando a maitines y la misa de madrugada, o rezando las tres avemarías y las oraciones del buen dormir, o los cánticos armoniosos y laudatorios de los luteranos o los gritos estridentes de las iglesias “emprendedoras” del 91. Sí, ninguno olvida el viejo portillo.   

Hay que volver por la esencia del Estado laico, que fue la solución de las guerras de religión europea. En estos días saqué de la biblioteca una de los muchos libros que colecciono y leo de la masonería y de los templarios, el de Richard Lehigh por ejemplo, que se inicia con la aproximación de la masonería y los católicos en Inglaterra, que por pura y vulgar politiquería volvieron al portillo y se unen  para combatir a Guillermo de Orange, después de que lo habían llamado para ocupar el trono de Inglaterra. Ya en 1717 año de la creación ex in illo, de la Gran Logia de Londres, ¡todos volvieron al portillo!

Adenda: Y pensar que a los “chinos” de primero, les enseñamos en Ciencia Política, que el origen divino del poder, lo habíamos archivado con la Revolución Francesa.

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