Mientras el presidente Petro disfruta de su paseo familiar en París, en Colombia el periodista Ricardo Calderón ha vuelto a herir al mandatario al revelar la corrupción que involucra a sus colaboradores más cercanos. Este escándalo nos recuerda una verdad incómoda: el elefante ha regresado a la Casa de Nariño, y esta vez es aún más grande que el del proceso 8000.
Muchos seguidores de Petro hablan de traición, pero la realidad es que estos hechos no ocurrieron a espaldas del presidente. Hasta ahora, lo que se ha conocido, demuestra que la compra de conciencias ha sido una política de gobierno y que la falta de medidas efectivas para combatir la corrupción evidencia una tolerancia hacia ella.
Es imposible que Petro no supiera de este entramado corrupto, especialmente considerando que el secretario general, Director del Dapre, en ese entonces era el orquestador. Todos sabemos que este cargo es el más cercano al presidente, no solo por la proximidad física de las oficinas, sino porque actúa como la torre de control del gobierno, transmitiendo toda la información relevante.
Creer que su secretario general, su consejera para las regiones, y los ministros que dependían directamente de él, actuaron sin su conocimiento es, además de ingenuo, imbécil. En ningún gobierno los funcionarios actúan en solitario para aprobar proyectos en el Congreso. Los medios ya habían informado sobre la “mermelada” repartida a los miembros de los partidos, no solo en la UNGRD sino en varias entidades.
Si el presidente hubiera estado en desacuerdo, habría actuado, pero nunca lo hizo. Desde su campaña, Petro mostró claramente que el fin justifica los medios. Su alianza con los políticos más corruptos implicaba el uso de todos los mecanismos tradicionales, desde la financiación ilegal hasta la compra de votos.
Lo cierto es que todos los miembros del primer anillo del presidente están envueltos en hechos de corrupción de gran magnitud y Petro, en lugar de tomar acciones, los premia. Los escándalos de Laura Sarabia, en lugar de debilitarla, la han consolidado. Ricardo Roa, implicado en irregularidades durante la campaña y en la compra de un apartamento con conflicto de interés, continúa en Ecopetrol.
La Agencia Nacional de Tierras está salpicada por irregularidades en la compra de predios por $17.000 millones. Si este es su proyecto bandera, ¿dónde está el seguimiento para evitar estas conductas? Además, está el escándalo de Nicolás Petro, quien inicialmente afirmó que el presidente sabía todo, pero se retractó luego de la reunión que sostuvieron.
Ni qué decir de los múltiples problemas legales del hermano, incluido el pacto de La Picota, que demuestran que Petro otorgó poder a sus familiares a sabiendas de su historial turbio. Y, aún más, los favores otorgados a Euclides Torres, financiador de la campaña, incluido el apoyo para que Pedro Flórez, su cuota en el pacto histórico, fuera elegido presidente de la Comisión VI del Senado.
¿Qué todo ha sido a sus espaldas? ¡Mamola!
El perdón del 20 de julio resulta vacío si no se acompaña de medidas concretas para erradicar la corrupción. ¿Cómo confiar en Petro si crea una embajada para comprar el silencio de Armando Benedetti? Sus decisiones lo convierten en cómplice de un sistema que prometió cambiar, pero que solo ha perpetuado.
Definitivamente, el mayor opositor del presidente Petro es el otro senador Petro. ¿O será que aquel parlamentario era solo una farsa para llegar al poder?
Adenda: Quien interpreta la ley para favorecer a bandidos es indigno de ocupar un cargo como el de fiscal general. La señora Camargo debería ser declarada insubsistente, pero claro, estamos en el país donde todo pasa y nada pasa. Los grupos al margen de la ley nos están ganando la partida, ya que son ellos los que subieron al poder.
Adenda 2: El pacto histórico cree que los policías no tienen derechos. Defienden a los criminales que intentaron quemarlos mientras descalifican a quienes actuaron de forma legítima, inmediata y proporcional para protegerse.
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