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"El dejar de consumir": ¿Contagio social o cambio estructural?
Hay quienes están atrapados en ciclos de sobreendeudamiento o patrones compulsivos fáciles de identificar, para quienes dejar de consumir no es una decisión ética, sino una lucha estructural y comportamental.
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Jueves, 7 de Agosto de 2025

Para esta columna me ha llegado una idea interesante luego de la visita a Colombiamoda 2025 en la ciudad de Medellín, y si todos dejamos de consumir “tanto”, será necesario cambiar el sistema y reinventarnos o, ¿no?

En un mundo moderno apegado al capitalismo donde el algoritmo dicta tendencias y el mercado convierte toda inquietud en producto, la simple idea de que “dejar de consumir” genere una tendencia que se pegue a todos resulta tentadora, pero profundamente simplificadora. Si bien el consumo moldea identidades y patrones de comportamiento, reducir la complejidad de esta renuncia a un fenómeno mimético ignora las variables económicas, psicológicas y culturales que determinan cómo las personas interactúan con el consumo y con su ausencia.

Desde una perspectiva conductual, no todos los consumidores responden igual ante la abstinencia. Hay quienes están atrapados en ciclos de sobreendeudamiento o patrones compulsivos fáciles de identificar, para quienes dejar de consumir no es una decisión ética, sino una lucha estructural y comportamental. En cambio, otros generalmente ubicados en estratos sociales con mayor capital cultural y económico pueden permitirse convertir la austeridad en una estética. Lo vemos en el auge del minimalismo, la moda sustentable, o la dieta digital, prácticas que muchas veces están más disponibles para quienes ya tienen satisfechas sus necesidades básicas, de donde parte la idea que es fácil hablar de no consumir con la despensa llena.

La economía contemporánea, particularmente en sus corrientes más innovadoras como la economía del comportamiento o la economía ecológica (1980), nos advierte que el consumo no puede analizarse de forma aislada. Las decisiones individuales están fuertemente mediadas por incentivos sistémicos, estructuras de precios, marketing, regulación y tecnología. Decidir “no consumir” es, en muchos casos, una forma de privilegio (Jeffrey Sachs).

Además, convertir el acto de dejar de consumir en una “tendencia viral” implica trasladar la lógica del mercado al terreno de la contracultura, lo cual puede ser contradictorio. Se mercantiliza la renuncia y se afectan los indicadores al pretender bienestar sin producción estable. Un ejemplo claro: el auge de plataformas que venden experiencias “desconectadas”, retiros espirituales, o dietas de información, dirigidas a consumidores urbanos de alto poder adquisitivo. ¿Estamos dejando de consumir, o simplemente consumiendo diferente? Hagamos un ejercicio tratando de ver 3 capítulos de Shark Tank seguidos, son productos sin sentido uno tras otro buscando el auge y el éxito en un golpe de suerte, o navegar en IG por 15 minutos con ofertas de todo lo que se ocurra sin sentido diferente a engancharte.

Sin embargo, sería injusto descartar la capacidad transformadora de estas prácticas. Cuando impulsadas por valores colectivos, como la sostenibilidad o la justicia social, los cambios en patrones de consumo pueden ser vectores de presión política y económica tal como es el caso de Colombia. El decrecimiento, por ejemplo, no es simplemente consumir menos, sino redefinir lo que entendemos por progreso y bienestar, y reinventar un esquema para equilibrar las cargas.

Por eso, más que observar si “todos se están sumando” a la moda de no consumir, conviene preguntar: ¿bajo qué condiciones esa renuncia se convierte en una fuerza estructural de cambio? ¿Es sostenible? ¿Es inclusiva? ¿Qué marco institucional la acompaña? ¿Qué aporte harías tú? Y por último ¿a qué estás dispuesto a renunciar?

La economía actual no se contenta con observar modas pasajeras. Exige mirar debajo de ellas, identificar los patrones estructurales, y reconocer tanto las limitaciones como las oportunidades reales de un mundo menos centrado en el consumo como motor principal del crecimiento. La pregunta no es si todos están dejando de consumir, sino qué sistema estamos construyendo al hacerlo.

Trata de no consumir botellas de un solo uso, concientízate del valor real que se les da a los empaques de un solo uso, a las prendas del “fast fashion”, a los productos que no son permanentes en el tiempo y que luego tardaran siglos para desaparecer, ya no caben en este planeta y tienen al señor Musk buscando como mudarse, generemos valor en lo simple y sostenible, el reloj sigue marcando.


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