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El arma de la mentira
Es la prolongación de la nefasta herencia de ultraje a los derechos humanos dejada por los conquistadores españoles en su afán codicioso de riqueza.
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Domingo, 29 de Enero de 2023

Tal vez no hay nada de que extrañarse. Diríase que escrito estaba. La rabia de la derecha colombiana era de esperarse ante el triunfo electoral, con plena legitimidad, del progresismo, lo cual permitió llevar a la Presidencia y la Vicepresidencia de la República a Gustavo Petro y a Francia Márquez Mina, respectivamente. Ante ese hecho irreversible los alineados en el campo contrario no ceden en su odio contra quienes lideran un proyecto de cambio. Para contrarrestarlo se acude al negacionismo más dogmático. Está montado una especie de frente de resistencia mediante acciones calculadas de políticos, empresarios y otros alfiles influenciadores, incluidos periodistas y columnistas de medios con la misión de propagar narrativas sucias destinadas a generar pánico con versiones distorsionadas. Les encoleriza el desmonte de la desigualdad o de ese entramado de discriminación y de injusticia predominante en una sociedad aferrada a privilegios de exclusión. Confían en que la prolongación de la violencia surtida por las guerrillas, los grupos criminales del paramilitarismo y los carteles del narcotráfico es una ayuda a su causa y por eso se oponen en forma acérrima a la paz.

Es la prolongación de la nefasta herencia de ultraje a los derechos humanos dejada por los conquistadores españoles en su afán codicioso de riqueza.

Se ha llegado al extremo de utilizar la libertad de expresión para apretar el lazo de la represión, reeditando así el legado de la inquisición medieval erigido desde la trinchera de la fe religiosa adobada de oscurantismo.

Los detractores del cambio tienen todo un entramado de tergiversaciones a fin de confundir incautos. Nada les parece bien y están listos a tachar como inconveniente toda acción encaminada a desmontar injusticias y ultrajes a la población indefensa. En su índice de prohibiciones han incluido las ideas socialistas, o teorías científicas de alcance universal enriquecedoras del conocimiento. Los derechos con respecto a la igualdad de género, o contra el racismo o el esclavismo laboral, los consideran subversivos. Que el establecimiento siga acumulando desafueros es la consigna en preservación de privilegios abusivos, aunque con cínica hipocresía, propia del engaño, se hable de democracia y de libertades.

Bajo la presión de la rabia por la viudez del poder los altos heliotropos colombianos, como los llamaba López Michelsen, no descartan meterse en aventuras para recuperar el mando perdido.

Pero no puede ser que Colombia esté condenada a 200 años más de desventuras. Hay que pasar la página de violencia, corrupción, pobreza, exclusión, intolerancia, depredación ambiental, como resultados de los malos gobiernos.  Ha llegado, por la misma dinámica de la historia, el tiempo del cambio y en esa causa debe comprometerse el pueblo para hacer posible una nación donde predomine el derecho a la vida con todas las garantías de dignidad a la existencia humana.

El nuevo gobierno no debe ceder en el empeño de poner el Estado en función positiva para todos los que habitan la nación. No puede fallarle el acierto en cuanto se debe hacer para cerrarle espacios a la frustración.

A la oposición hay que preservarle sus derechos al disentimiento, pero sin detener la marcha que lleve a una democracia donde el Estado Social de Derecho sea una realidad cotidiana sostenible.

Puntada

Pueda ser que la campaña política ya en curso para la elección de gobernantes y legisladores regionales se convierta en un aporte para municipios y departamentos tan abrumados de problemas y no en una carrera de sucia politiquería.

ciceronflorezm@gmail.com

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