De lo que se afirma en estas elecciones resalto una idea que está en boca de todos: “la polarización”. Con ella se quiere acusar de violentos a quienes defienden unas propuestas, y se pretende hacer creer que esto perjudica al país. No es cierto.
La confrontación de ideas siempre se reclamó porque durante mucho tiempo los candidatos representaron la misma política, y hoy tenemos dos proyectos de gobierno diferentes. Otra cosa es que periodistas y columnistas que abominan a los opositores a la administración Santos traten de descalificar a Duque acusándolo de enemigo de la paz, títere de Uribe o líder desconocido, y generen un clima de irritación que se agudiza en las redes sociales.
Aunque algunos no quieran reconocerlo, Iván Duque es un político contemporáneo que ha expuesto su sólido programa hasta la saciedad y defendido con seguridad las serias críticas al actual gobierno. Sus propuestas son futuristas y modernas.
En el otro extremo está Gustavo Petro a quien conocemos bastante. Él demostró cómo gobierna porque en su Alcaldía dejó en ruinas a Bogotá por despilfarrar el dinero oficial en empleos improductivos y subsidios politizados, al estilo del socialismo del siglo XXI que siembra el odio de clases. Su estilo es el de mandar solo.
A Trasmilenio lo quebró por bajar el precio del pasaje sin estudios de costos, y creó ilegalmente empresas de servicios públicos para enganchar a sus partidarios. Sus defensores ocultan que Petro creó una maquinaria electoral a costa del erario público, y no cumplió las promesas por las cuales fue elegido. Léase Metro, colegios, vías, hospitales.
Hay quienes consideran magnífica la oratoria de Petro, cuando en verdad es una retórica pasada de moda que busca despertar emociones en lugar de hacer reflexionar. Así eran los discursos en siglos pasados cuando se prometía de todo para cautivar ingenuos.
Algunas propuestas de Petro pueden ser llamativas porque se trata de ideas generales que nadie podría rechazar, como educar a todos, favorecer a los pobres, erradicar la corrupción, mejorar la justicia, proteger el medio ambiente etc.
Cuando Petro quiere explicar cómo hacerlo, asoman métodos que inquietan, pero que va modificando sutilmente para no asustar a los ciudadanos: Permanecer 10 años en el gobierno; convocar una Asamblea Constituyente si el Congreso no le funciona; adquirir tierras para pagarlas con bonos; aumentar los impuestos rurales; frenar la producción de hidrocarburos.
Para defender el medio ambiente, apunta a controlar las empresas que explotan el petróleo y el carbón (que, claro, son las más ricas), pero no se refiere a los mayores depredadores que son los cultivadores de coca, la minería ilegal y la desforestación incontrolada que están destruyendo el país y sembrándolo de violencia y delincuencia.
Ofrecer un gobierno con base sólo en “ideas” es la demagogia con la que se instala el populismo. En cambio, proponer un programa serio para que un equipo capacitado lo concrete en proyectos viables es lo que permite dar solución a los problemas del país. Esa es la disyuntiva que se pone a elección de los colombianos.