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Diario de Ocaña
Algunos apuntes de mi diario referente a la temporada navideña 2018.
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Viernes, 1 de Febrero de 2019

Copio algunos apuntes de mi diario referente a la temporada navideña 2018,  temporada que es mi costumbre vivirla en Ocaña.

Día 15 de diciembre – Tiene esta fecha especial significación porque está dedicada a la Virgen de Torcoroma. Se conmemora su traslado ocurrido el 15 de diciembre de 1800, desde la catedral de Santa Ana a la capilla construida en la calle décima - calle real - en donde se guarda actualmente. “Tenemos que estar a las cinco de la tarde en la catedral”, le dije a nuestra anfitriona, la prima Marlene Torrado viuda de Peñaranda. “A esa hora hay misa y procesión. Yo vi la programación en La Opinión, hace días”. Ella estaba un poco ausente del acontecimiento. Y aunque estábamos cotorreando desde temprano a gusto, yo me encargué de cortar la tertulia y partimos de La Primavera a tiempo para llegar a la catedral cuando la imagen iba entrando. Marlene se admiró. “Esto es un milagro”. “Cumplo una promesa”, le respondí.

Día 16 – Primer día de la novena de aguinaldos en donde la prima Adriana Díaz Torrado, en el mismo barrio. Un niño inquieto y cansonsito, que no sabe aún leer, insiste en leer la novena. Al parecer es nieto del dueño del edificio. ¡Tan graciosito el pegote! Le tocaba a mi pariente el día y se sobró con empanadas; hubo que repetir. 

Día 17 – Agua de la Virgen. Antes había un solo vendedor de suvenires al pie de las escaleras; ahora hay cuatro, que primero echan una carreta sobre las bondades de María Santísima y sus prodigios y luego le ofrecen al visitante hayacas, obleas, horchata, y recalcan en que no olvide llevar las lamparitas, estampas, llaveros y otras formas de representación del milagro que ocurrió allá arriba en la montaña el 16 de agosto de 1711. No llevábamos vasija para recoger el agua milagrosa pero un buen señor nos vendió un envase de gaseosa por mil pesos. “¡Cómo se aprovechan!”, comentamos. 

 Subimos con pocas pausas las amplias escaleras. El boscaje está cargado de frescura. Es otro mundo. El de la paz y la armonía que invita a permanecer en el lugar de la aparición y olvidarse del tiempo y de todo. 

Día 18 - Piedras Negras, Ábrego. Hacía más de veinte años que no venía por acá. Amo este lugar porque de aquí salió un bisabuelo colonizador a finales del siglo XIX, con toda su prole. La vereda de Piedras Negras está a unos veinte minutos de la población. 

 La carretera es pésima; no se compadece con la importancia del lugar, una verdadera joya turística. En una extensión de tres hectáreas están esparcidas unas enormes piedras teñidas de negro. Se especula si son meteoritos, sedimentos marinos o rocas volcánicas. En el mundo son excepcionales las concentraciones de granito como ésta.  Pudiera creerse que este parque natural de tantas maravillas pertenece al Estado colombiano, o al menos al municipio de Ábrego. No. Se trata de una propiedad privada – aunque de público acceso – de un dirigente político que según nos informaron aspira a la alcaldía. 

De regreso de Ábrego entramos a La Playa de Belén. Es otra joya turística de nuestro departamento, con sus casas adornadas de jardineras en las ventanas, y las imponentes formaciones labradas por el viento y el agua en las moles de arena petrificadas. Buscando y buscando dimos con la vereda La Labranza en donde nos indicaron que estaba la fábrica de aquellos exquisitos dulces que los envuelven en hojas secas de plátano. ¡Qué hermosa casa de campo! Más bien es una elegante casa de la ciudad trasladada al campo. El dueño, muy culto. Nos mostró el aparato que se ingenió para envolver los dulces. El nombre que él le puso al manjar no nos convenció: arequipe campesino. No, porque es hecho de maíz, azúcar y hojas de higo. Nosotros le dimos otro nombre, por su forma: panelitas. 

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