Sucedió un domingo. Pero no, un domingo cualquiera. Era domingo de carnaval. La gente se alistaba para ir a misa de diez: una muda limpia y bien planchada. Sombrero de pelo. Cotizas blancas. Las mujeres llevaban mantilla o reboso, porque era prohibido entrar a la iglesia con la cabeza descubierta.
Después de misa, empezarían las fiestas de ese día, último de carnaval en Cúcuta. Al medio día, el desfile de comparsas, por la calle larga del pueblo, es decir, la Calle Real. Disfrazados, bailarines, malabaristas, payasos en zancos, y la papayera que alegraba todas las fiestas.
Por la tarde, vendría la corrida de toros, en la plazuela que quedaba en un extremo de la ciudad, que después se llamó Plazuela del Libertador y recientemente Parque Nacional o de La Bola.
Los no aficionados a los toros podrían entrar a la gallera cercana, donde había riñas de gallos y riñas de borrachos con sus gallos perdedores.
Por la noche vendrían los bailes populares, la maicena y los enamoramientos clandestinos por los lados del río. “Y que yo me la llevé al río/creyendo que era mozuela/, pero tenía marido/…”
Era el último día de carnaval, domingo 28 de febrero de 1813, y había que tirar la casa por la ventana.
Pero no fue así. Cuando apenas habían dado el segundo para la misa, se escucharon las primeras ráfagas de escopeta por los cerros occidentales de la ciudad. Y en seguida empezó la batalla.
Sucedió que el día anterior había llegado el joven coronel Simón Bolívar a la población de San Cayetano, proveniente de Ocaña, después de haber realizado la campaña del Bajo Magdalena, en contra de las españoles.
De Ocaña se dirigió a Cúcuta, que estaba en poder del español Ramón Correa, y fue así como, sin que los realistas se percataran, Bolívar amaneció el 28 en las colinas del occidente de Cúcuta. Cuando Correa se enteró del movimiento de los patriotas reaccionó con sus tropas, pero ya era tarde.
Los de arriba los recibieron a plomo y machete (que los historiadores llaman bayoneta), y después de un largo enfrentamiento, Correa debió abandonar el campo de batalla.
Simón Bolívar sumó de esta manera un triunfo más a su carrera de comandante de las fuerzas revolucionarias, y pudo iniciar la campaña hacia Venezuela, que era su verdadero sueño: liberar a su patria del poderío español.
No fueron muchos los muertos, ni muchos los heridos, ni muchas las armas decomisadas al enemigo, pero el triunfo fue total. Por eso, porque las cifras fueron pocas, es que algunos dicen que la de Cúcuta no fue una batalla sino una escaramuza, sin tener en cuenta que lo importante de las batallas son las consecuencias que de ella se derivan.
A los cucuteños de entonces se les dañaron las fiestas, pero la revolución americana salió ganando, porque sin los españoles que estorbaban el paso, a los ejércitos libertadores les quedó allanado el camino para llegar a Caracas.
Ese día ya no hubo ni desfiles, ni comparsas, ni corridas de toros, ni peleas de gallos, ni bailoteos. Pero la libertad comenzó a vestirse de gloria. A Bolívar le comenzaron a llover medallas y condecoraciones y títulos, como el de Ciudadano de la Nueva Granada y Libertador de Venezuela. Después vendrían muchos más.
El próximo domingo se cumplen, pues, 203 años de esta heroica gesta. El alcalde de Cúcuta, César Rojas Ayala, y el presidente de la Academia de Historia de Norte de Santander, Iván Vila Casado, presidirán el desfile con que autoridades, estudiantes, agremiaciones y ciudadanía en general, conmemorarán esta fecha, desfile que, a las 3 de la tarde, irá desde el parque de Santander hasta la Loma de Bolívar, donde aquel día se les dio fuego venteado a los ejércitos del rey de España.