Ayer se conmemoró en el mundo entero la matanza de los niños, ordenada por el rey Herodes, para tratar de que en ella cayera Jesús, un recién nacido, de quien decían que sería el rey de los judíos, lo cual asustaba al monarca, pues lo dejaría sin chicharrón.
(Esto de dejar sin chicharrón, del cual comer, sigue asustando a mucha gente. A Maduro y Diosdado, por ejemplo, los tiene a tiro de infarto la posibilidad de que los echen y se queden sin el marrano y sin el chicharrón.
Nuestros alcaldes y gobernadores que salen ahora, también se quedan sin chicharrón, pero ellos ya hicieron lo suyo, quiero decir, obras de progreso para la región).
Aquellos niños, los de Judea, fueron verdaderos inocentes, los únicos inocentes de la historia. Nada sabían, nada tenían que ver con reyes ni gobernantes ni políticos. ¡Inocentes!
Pero en la vida diaria existen también los inocentones, los que sufren las consecuencias de sus propias acciones.
Son inocentones los que votan por políticos que no cumplen, sabiendo que no cumplen. Son inocentones los que viven aguardando un puesto que nunca les llegará.
Los que le creen a la bruja que lee las cartas. Los que salen, maleta en mano, a correr por las calles como locos, a la media noche del 31 de diciembre. Los que reciben el nuevo año con calzoncillos amarillos para la buena suerte.
Inocentones, los que caen en las “pegas” o bromas, que les hacen sus amigos el 28 de diciembre.
Inocentones, los que creyeron ayer el cuento de La Opinión, de que habían reabierto la frontera, y salieron corriendo a traer contrabando desde Venezuela sin haber leído el final del artículo donde decía “pásenla por inocentes”.
Inocentones somos todos, porque en algún momento alguien nos mete los dedos en la boca y ni siquiera se los mordemos.
Inocentones los colombianos, que le creemos a Juanpa eso de que para que fructifique el proceso de paz, debemos comernos muchos sapos. Que se los coma él, si es que le gustan los batracios.
Inocentones los colombianos, si les creemos a las Farc la versión de que andan sin cinco y por eso no pueden reparar a las víctimas, como si el narcotráfico y las extorsiones y la minería ilegal no les produjeran ganancias exorbitantes. ¡Pobrecitas ellas, inocentones nosotros!
Y para los inocentones se inventaron las inocentadas. Inocentemente la gente cree que las inocentadas se dan sólo el 28 de diciembre. No. No hay que ser inocentes. Inocentadas se dan a cada rato y en todas partes.
Inocentada la que le pegaron a nuestra reina cuando la coronaron soberana universal por tres minutos y medio y luego la despojaron de cetro, corona, banda y flores.
Inocentada la que nos quiere pegar el gobierno nacional diciendo que ahora van a subir los servicios públicos, pero que después los bajarán.
Inocentada la que nos van a hacer con el huevo. A partir del año entrante dizque nos van a cobrar el impuesto al huevo. ¡Y el huevo inocente!
Inocentada la que les viene a los muñecos de año viejo con la figura de Maduro, que hay en muchas esquinas y barrios y pueblos. Les meterán candela por donde sabemos y los pondrán a totear pólvora a la media noche del año que termina. ¡Inocentes los muñecos, y el culpable por allá, dándose la gran vida!