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Cuando la tierra se rajó
Fue lo que sucedió hace ya un par de años, en 1875, en Cúcuta. 
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Lunes, 16 de Mayo de 2016

Todo el mundo se raja. Se rajan los estudiantes, sobre todo en matemáticas e inglés. Y pierden el año. Se rajan los gobernantes, cuya popularidad se les va al suelo, según las encuestas de opinión. Se rajan los funcionarios que no cumplen sus funciones.
   
Pero también la tierra se raja. Cualquier día, a cualquier hora, le da por sacudirse más de la cuenta y no hay San Emidio que valga. Es tanto el sacudimiento que las casas se caen y el piso se raja. Y la tierra pierde el año.
   
Fue lo que sucedió hace ya un par de años, en 1875, en Cúcuta. Cuentan los biógrafos de la ciudad que el 18 de mayo de ese año, la tierra se sacudió, las casas se cayeron y el piso se rajó. La catástrofe fue grande y los muertos, muchos.
   
Era un martes (en martes ni te cases ni te embarques, y si empieza a temblar, corre), a la hora del almuerzo, pues la gente almorzaba antes del medio día.
   
Once y media de la mañana, según el reloj de la torre de la iglesia, que quedó marcando esa hora antes de pasar a mejor vida.
   
Cuentan que a esa hora, en el parque, la banda municipal tocaba una retreta para invitar a la gente a las Fiestas julianas, que se celebrarían, obviamente, en julio. Claro, unas fiestas julianas en agosto no suena bien.
   
¡Qué coincidencia! Mañana, 18 de mayo, exactamente a los 141 años, la conmemoración oficial del terremoto se hará junto con el lanzamiento de las fiestas julianas de este año. La Alcaldía de Cúcuta y  la Secretaría de Cultura municipal organizaron este acto para invitar con platillos y bombos a las ferias y fiestas cucuteñas. Y ahí mismo se conmemorará un aniversario más de aquel fatídico terremoto y se les rendirá homenaje a los reconstructores de la ciudad.
   
Habrá música, pólvora de luces, rumba y discursos, entre los cuales se cuenta el del delegado de la Academia de Historia de Norte de Santander, José Antonio Amaya Martínez. La cosa promete estar muy sabrosa, a las 7 de la noche, en el parque que antes llamábamos de Telecom.
   
Volviendo a lo de antes, parece que mucha gente se salvó de la muerte por estar en la retreta de aquel 18 de mayo de 1875, pues en el parque no había edificios que  apachurraran a los curiosos. 
   
En cambio, los que llegaron temprano a casa a tomarse la sopita, tuvieron que irse al viaje eterno con el estómago vacío, ya que el bamboleo no les dio tiempo de echarle seco y sopa a la barriga.
    
Los sobrevivientes en su desesperación salieron corriendo hacia La Vega, hoy El Pórtico, donde armaron carpas y donde los vecinos los recibieron con los brazos abiertos.
    
El presidente del Estado Soberano  de Santander (porque éramos santandereanos), Aquileo Parra, dictó un decreto trasladando provisionalmente la capital del distrito de Cúcuta a La Vega.
   
De modo que los vegunos, vegueños o veganos, se volvieron capitalinos por un terremoto. Fue sólo unos meses, pero los veguenses quedaron tan amañados de vivir en la capital que, cuando el Presidente ordenó traer nuevamente las oficinas del distrito a la Cúcuta ya reconstruida, los veganos se opusieron y a Parra le tocó dictar otro decreto y hacerlo cumplir por las buenas o por las malas.
   
Aún hoy, hay gentes en La Vega que reclaman su derecho a entrar a la historia con el título de capital. Yo no sé de qué les pueda servir, pero se dan sus ínfulas por haber sido capital de San José de Cúcuta.
   
Pero lo importante de resaltar en todo esto es la verraquera que le pusieron los que quedaron vivos a la reconstrucción de la nueva ciudad. El caserío dejó de ser un caserío para convertirse en ciudad: moderna, con industrias, con ferrocarril y con tranvía.
   
Ojala hoy tuviéramos gente de esa, echada pa’lante, con los calzones bien amarrados y que lo daban todo por su ciudad. ¿O será que necesitamos otro terremoto? ¡Dios nos libre! 

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