Según estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe -CEPAL-, el impacto del Covid-19 en la región supondrá que la pobreza ascenderá del 11,2% al 13,5% y la pobreza extrema pasará del 30,3% al 35% en un escenario de desempleo creciente y caída del PIB en un 5%. ¿y en Colombia que va a pasar? Hasta ahora la pandemia ha demostrado las limitaciones del modelo económico imperante y la insuficiencia del Estado para cumplir su función social con el fin de humanizar el mercado en lugar de buscar el máximo crecimiento que aumenta las brechas sociales.
A la fecha, los impactos sociales de la pandemia son aterradores: más de un millón de empleos en el sector servicios se han perdido por la cuarentena y aislamientos, casos de salubridad en departamentos y municipios más pobres y UCI´s casi al 100% de su capacidad, todo con el telón de fondo de la corrupción. Todo esto debe ser una enseñanza para que el Estado priorice políticas y acciones en un pacto por resolver la problemática creciente que la pandemia ha visibilizado mucho más.
Predecir el destino de las ciudades es arriesgado, ni la planificación urbana y el ordenamiento territorial pudieron prever el cierre de una frontera o la aparición de un virus, pero la historia nos ha enseñado que las ciudades generaron grandes cambios a raíz de incendios, terremotos, tsunamis y epidemias. Cambios que de una u otra manera se hubieran presentado por simple evolución. Estas situaciones criticas solo aceleraron estos cambios.
El Covid-19 impuso cambios en las formas de desplazamiento, de trabajo y de acceso a bienes y servicios, en algunos casos de forma más sostenible. Pero esto ya estaba sucediendo. El efecto acumulativo de la tendencia y necesidad de cambiar hacia una movilidad sostenible lejos del uso desmedido de combustibles fósiles, requerirá menos espacio para el automóvil particular y más espacio para las personas a través del ensanchamiento de andenes y trazado de ciclorrutas, acompañar estas medidas de un plan de arborización ampliará el uso de estos espacios en un clima cálido como el de Cúcuta.
Estas medidas no son nuevas. Ciudades como Londres (Horse Guards Parade, Trafalgar Square), el Big Dig de Boston, Madrid Río en España, el parque lineal en el Río Cheonggyecheon antes cubierto por una autopista en Seúl y más recientemente acciones como las de París y Ámsterdam aumentar los planes para ciclo infraestructura y peatones; fueron los pioneros que sentaron las bases para que hoy día cada ciudad opte por grandes espacios peatonales en su centro.
Para Cúcuta, la actual administración municipal en articulación con el Área Metropolitana de Cúcuta, desde su Centro de Pensamiento, ha formulado -entre otros proyectos- para el centro de la ciudad, una estrategia que se enmarca en la recuperación del espacio público, la accesibilidad universal, la cobertura vegetal y la dotación de mobiliario urbano contemplando actividades de comercio ambulante formal, acompañado de estrategias de urbanismo táctico que buscan que la afluencia de personas se dé de manera ordenada para aumentar el atractivo comercial de la zona de manera que cada ciudadano obtenga su respectivo beneficio, en términos sociales, ambientales y económicos.
En el panorama general de incertidumbre y desorientación, nuestra ciudad, heredera de malas administraciones y pésimas actuaciones urbanísticas, vislumbra una oportunidad que ante la corrupción de años anteriores, nos invita a confiar y creer en nuevas propuestas que permitan andar en una mejor dirección con mas esperanza, pero sobre todo con mas futuro y beneficio para todos.
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